PRISIÓN. Conde vuelve cada día a la cárcel para dormir. / J. R. LADRA
ESPAÑA

«La cárcel no rehabilita a nadie»

El ex banquero acaba de publicar un libro sobre Derecho Penitenciario plagado de experiencias personales

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No es habitual que un abogado del Estado acabe con sus huesos en la cárcel. Tampoco que el penado hubiese realizado los estudios de Derecho con matrícula de honor y tenga el mérito de haber conseguido la nota más alta de la historia en el acceso al elitista cuerpo de abogados del Estado. Y que, además de todo eso, el sujeto dedique una parte del tiempo de su paso por prisión a elaborar uno de los primeros libros que se publican en España sobre Derecho Penitenciario, tomando como hilo conductor su propia experiencia en Alcalá-Meco, pone las cosas un poco complicadas.

Mario Conde, ex presidente de Banesto, condenado por el Tribunal Supremo a una pena de 20 años por delitos de estafa, apropiación indebida y falsedad durante la etapa en la gestionó el banco (1987-1993), acaba de hacer de la necesidad virtud. Pronto se dio cuenta de que el Derecho Penitenciario -esa maraña de grados, permisos, reducciones de condena, libertades condicionales, etc.- era el gran desconocido, incluso, entre los mejores abogados penalistas. Por ello, como en los viejos tiempos de juventud, decidió convertirse en el mayor experto en la materia. El producto de su trabajo es un libro que acaba de ver la luz en una editorial especializada en temas jurídicos.



Dice usted en su libro que cuando entró en la cárcel se dio cuenta de lo difícil que era encontrar un abogado que manejase con soltura el Derecho Penitenciario.

Es que ellos mismos reconocen que no tienen ni idea. En la carrera no recuerdo que estudiásemos el tema. Cuando preparé las oposiciones a abogado del Estado, tampoco. El Derecho Penitenciario da alergia, hasta miedo.

Llenar un hueco

Además de volver refugiarse en sus orígenes profesionales, ¿qué le ha movido a escribir sobre algo tan poco atractivo como el mundo jurídico que rodea las cárceles?

Me pareció que tenía una especie de deber moral y que podía contribuir a hacer algo útil para muchos abogados y fiscales que no conocen la materia. Es un mundo extraordinariamente complejo. Sin ir más lejos, un tribunal puede condenarte a 35 años de cárcel y una autoridad administrativa puede sacarte a los cuatro meses. Y, sin lugar a dudas, para un preso sólo hay una obsesión: recuperar la libertad.

Pero a un preso no le debe resultar fácil recordar su paso por la cárcel. Y menos aún hablar en público o escribir sobre ello.

Eso es cierto, pero mi caso es lo suficientemente público como para que importe poco recordarlo. Mis entradas en la cárcel casi fueron retransmitidas en directo.

Durante su paso por Alcalá-Meco se dedicó a redactar los escritos de muchos compañeros de prisión en los que solicitaban el acceso a un grado mejor, permisos, etc.

Sí. Lo hice para los que me lo pidieron y debo reconocer que con bastante éxito. Sólo perdía de forma sistemática las peticiones que me afectaban personalmente a mí.

Según la experiencia personal que relata, ha llegado a la convicción de que detrás de la denegación de muchos beneficios penitenciarios que usted solicitó había una decisión con carga política, no jurídica.

Sin duda. Nadie se debe escandalizar, porque hasta el fiscal general del Estado acaba de reconocer que hay que atender a la realidad social del momento para interpretar las leyes. En muchas decisiones judiciales se ve que se han analizado las consecuencias políticas y también las mediáticas.

En las decisiones que ha adoptado la Administración sobre su situación penitenciaria, ¿se ha portado mejor el PP o el PSOE?

Yo creo que son mecanismos que funcionan al margen de los partidos, pero lo cierto es que muchas personas consideran que el Partido Popular mantuvo una actitud especialmente dura conmigo. Incluso la identifican con Aznar y las personas más vinculadas a él.

Prepararse para lo peor

En su historia ha jugado un papel determinante la famosa alarma social.

Es un concepto que tiene un origen fascista. Sin ir más lejos, es un motivo que se usó para justificar la persecución de los judíos. Y se usa a pesar de que no está en la ley. Y si no está en la ley no se puede usar para justificar, por ejemplo, una prisión preventiva.

¿Recuerda el momento en el que interiorizó que iba a estar entre rejas?

Sí, perfectamente. En octubre de 1994, cuando estaba a punto de cumplirse un año desde la intervención de Banesto, reuní en casa a toda la familia, a mis padres, mi mujer, mis hijos...para decirles que tenía la convicción de que me iban a encarcelar. Uno es realmente maduro cuando comienza a llevarse bien con lo inevitable y alcanza la plenitud cuando consigue convivir con lo insoportable. Y yo me llevo fenomenal.

Por alguna razón, los funcionarios de prisiones tienen mala imagen...

Eso es un mito que se lo debemos a las películas americanas, pero que no coincide con la realidad. Y eso que es un mundo extraordinariamente especial. El patio de la cárcel es en este momento una balsa de aceite y en cuestión de minutos es el centro de un terremoto. Pero mi experiencia con los funcionarios ha sido realmente buena. Conservo, incluso, magníficas relaciones con algunos y jamás he vivido situaciones de abuso o de tortura.

Arrepentimiento

¿Se ha arrepentido de algo?

¿De qué tengo que arrepentirme? ¿De haberle pagado 600 millones de pesetas a (el intermediario Antonio) Navalón? No porque fue bueno para el banco. ¿De haberle pagado 300 millones de pesetas a Adolfo Suárez?