VUELTA DE HOJA

La mitad de la gente

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La ONU alerta del crecimiento de las grandes ciudades, que en su opinión es descontrolado. Naturalmente. ¿Cómo se controla eso? Cada vez somos más. Cuando llegué yo la población española era de 23.141.936 habitantes, 937 conmigo, y durante mi ciclo vital, que aún no ha concluido, se ha doblado o poco menos. Puedo decir, como Borges, que nací en una ciudad que también se llamaba como ahora, pero en la que todo ha cambiado. Es el destino de las ciudades: crecer y crecer hasta que no quepan dentro de ellas mismas. «Ciudad grande, soledad grande», decían los latinos y durante el siglo de Oro muchos poetas se entretuvieron elaborando hermosas composiciones donde se menospreciaba a la Corte y se alababa a la aldea. Su influencia fue escasa, como siempre. La gente del campo siguió viniendo.

Según los cálculos, la mitad del mundo vivirá en ciudades el año que viene y, dentro de 20, se doblará en detrimento del campo, que se quedará al descampado, mientras aumentan las grandes megalópolis y se hacen cada vez más grandes. Siempre, las zonas periféricas que se añaden a las urbes están pobladas por menesterosos. Personas de extrañas costumbres que ven la televisión bajo un techo de uralita y no disponen de agua corriente. Como se reproducen con enorme facilidad -hay quien dice que los pobres no se reproducen, sino que se propagan- las ciudades están cercadas por la miseria y eso es lo que verdaderamente alarma.

Los urbanitas entendemos perfectamente que la mayoría de las personas deseen vivir agrupadas en ciudades y que al salir de casa se encuentren un estanco, un supermercado, un restaurante decoroso y un par de bares solventes. En el campo eso es más difícil. Quienes viven en el campo ni siquiera pueden hacer excursiones para echar un día de campo.