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LA CASAPUERTA

Gran día

PEDRO ROMERO/
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Hoy, tercer domingo del mes de junio, amanece nuestra ciudad profusamente acicalada, vestida con sus mejores galas para celebrar con gran solemnidad uno de sus días más grandes dedicado al Corpus Christi. Una fiesta religiosa tradicional e inmemorial muy querida y respetada por todos los gaditanos de todas las condiciones. Sin dudarlo, es una de las fechas clave de Cádiz por su rico contenido religioso-espiritual y el significado heterogéneo de su forma.

Desde tiempos inmemoriales el Corpus se celebraba solemnemente en jueves rivalizando con Toledo y Granada en orden y suntuosidad. En los tiempos que corre, ésta tradición se ha trasladado al domingo sin perder esencia ni emotividad, impregnado por un profundo fervor popular que garantiza a través del tiempo patente de subsistencia y continuidad.

El Corpus en Cádiz siempre fue suntuoso.¿Solemne! Espléndido y maravilloso. No había otra fecha que se cuidara más las calles y se embellecieran con más mimos, más respeto y más cariño que el día señalado por la liturgia para hacer el recorrido de la procesión precedidas por la monumental Custodia y la Patrona de Cádiz, la Virgen del Rosario. La plaza de la Catedral y la plaza de San Juan de Dios, se convierten en verdaderos monumentos religiosos y presentan sus mejores galas, junto con la calle Nueva y Cristóbal Colón, acicaladas y jovial asfaltadas de tomillo y romero.

En tiempos pasados el día de Corpus era día de estreno. Con la cabeza pelada al cero y un flequillo lánguido caído sobre la frente, los chiquillos estrenábamos la ropa de verano que nos tenía que durar hasta octubre. Ese día tan especial, guapo y perfumado de Heno de Pravia, incansables una y otra vez, transitábamos por el recorrido procesional abstraídos y admirados por tanta belleza y tanta armonía. Al mismo tiempo que, estirados y presumidos, se lucía el palmito con la ropa recién estrenada.

Después de la procesión, a comer en la calle. Era casi el único día del año que se podía vivir ésta reconfortante experiencia. Desde el prisma de niño nos llamaba mucho la atención los altares levantados en el recorrido. Nos gustaba contemplar los altísimos palos pintados de cal que servían de soporte a los ondulados toldos que se cimbreaban quedamente en las alturas. Las brillantes trompetas con sus voces machaconas y los globos flotando con sus colorines chillones, nos transportaba a un maravilloso cuento de hadas. Todo era mágico y brillante. Romántico y seductor. En la actualidad, aunque trasladado a domingo, nuestro Corpus goza de una extraordinaria salud y sigue impregnado de esa pátina religiosa y familiar que con el paso del tiempo es inalterable. En cada tiempo hay un lugar para ese espacio, y el espacio de nuestro Corpus lo llenamos los gaditanos con todo cariño entregados de cuerpo y alma a ésta tradición tan querida y profunda que nos enorgullece en vitalicio.