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DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

la vieja señora

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Hay pocas empresas en Jerez que puedan presumir de haber superado los 70 años. No obstante, la vieja señora siempre ha sido algo más que un negocio. Eterna compañera e incansable acompañante tanto en soledades opacas como en las tardes colectivas más luminosas, tuvo a bien aparecer por Jerez allá por 1932 de la mano de un fabricante de sueños imposibles llamado Guillermo Ruiz-Cortina que, probablemente, no imaginara hasta donde llegaría con los años el eco de aquellos aparatejos y de su empeño personal. Eligió la calle Doña Blanca como primera vivienda, aunque poco después se marcharía a la plaza de las Angustias con el dorsal 58 en la espalda.

Nunca ha tenido tiempo para aburrirse. Lo primero fue ganarse la confianza de los jerezanos y para ello fue entrando en las casas como una carta lo hace por debajo de la puerta, sin hacer ruido pero con la certeza de que alguien la va a tomar en cuenta. Y así fue. Pronto se hizo imprescindible y hasta nuestros días ha sido ella la que nos ha contado los cambios de inquilino en la calle Consistorio, las verdades y mentiras de esos inquilinos, los ascensos y descensos de los equipos de la ciudad, los grandes acontecimientos y las pequeñas historias de ésta donde , según dicen, ya somos 200.000. Fue la vieja señora la que alertó a España entera de la tragedia que se vivió en Cádiz en la famosa explosión de 1947 y hasta que llegaron los teléfonos móviles era ella también la que ponía en contacto a los rocieros desde las entrañas de Doñana con los familiares que se habían quedado en tierra. Por ejemplo.

De la plaza de las Angustias pasó a la calle Caracuel, y más tarde se mudó a Guadalete, mientras seguía despertando a la ciudad cada mañana y arropando a los noctámbulos siempre que ellos se dejaban, claro. Su capacidad de procreación siempre ha sido admirable y así en sus pasillos se criaron profesionalmente los más locos enamorados de su magia y esos que llevaban en la garganta y en la sesera un don para comunicar y hacerse oir. Quién no recuerda al gran Carlos Vergara, inventor de inventores y prestiditador de las ondas -cuánta pasión en sus bolsillos-; cómo olvidar a tantos y tantos que han tejido con su tesón la historia diaria de esta ciudad a través de un micrófono. Aunque, seguro, olvidaré a alguno no me quedaré con las ganas de hablar del dominio hertziano demostrado durante tantos años por un locutor con denominación de origen como Juan Ignacio López; del sello periodístico dejado por Angel Gutierrez, de la clase que repartía Carlos Manuel López, de aquellos informativos de Pepe Contreras, del desparpajo de David Gallardo, de la maestría de Juanma Romero -eres un grande- de clásicos ya como Antonio Núñez, Jerónimo Roldán, Antonio Merino; de la fuerza de Begoña Rodrí guez, del humor de Tío Marcos, del estilo de Alberto Viciana; de un verdadero creador de talentos como José Manuel Cauqui, así pasen 40 años; y de grandes como Paco Lobatón, Pedro Rollán o Jaime Cantizano. El capitán de la nave, el que ha modificado el rumbo más de una vez para no encallar en la travesía, José García Ganaza, tiene mucha culpa del romance que Jerez y la vieja señora viven desde hace siete décadas. Gracias, Radio Jerez. Te lo debía. Devolvemos la conexión.