Violencia étnica
La delincuencia neoyorquina tiene dos caras: la anglosajona, de gatillo fácil, y la hispana, donde el 'jeta' se hace pasar por tu colega
Actualizado: GuardarHey, how are you?». Era una pregunta de cortesía, el clásico «Hola, qué tal» de cuando te cruzas con alguien en el portal, pero resultó evidente que el «OK» de mi vecina era tan de cortesía que casi se le atraganta al salir.
«No suenas muy convencida», apunté. No lo estaba. La noche antes alguien había roto el cristal de su coche. Los ladrones suelen tener suerte, con lo que le limpiaron la cartera, el móvil y la cámara de fotos. «Pero espera, es todavía mejor», advirtió.
Su sospecha es que el ladrón era el mismo al que acabó pagándole por la cartera y el móvil. Su cabreo se basaba en que, por el dinero que pagó -cantidad que nunca me reveló-, debería haberle sacado también la cámara. «¿O por lo menos la tarjeta de memoria!», se desesperó. «Tenía más de cien fotos de mi viaje a España».
Mi vecina es estadounidense pero distribuye vinos españoles, gracias a lo cual el mes pasado visitó nuestro país. Su experiencia en nuestra cultura le sirvió para negociar con el jeta que esperaba con la cartera en la mano en la puerta del bar, charlando con el portero al que una hora antes le había dicho que se la había había dejado en el coche, para poder entrar sin el carné de identidad. Su versión es que se la había encontrado en la basura. Se ofreció a acompañarla hasta el coche «por si se lo habían abierto», y hasta le ayudó a limpiar los cristales.
Cuando ella, astutamente, comentó en voz alta el desavío de perder el móvil y prometió una recompensa, el hombre desapareció con un «déjame ver si lo encuentro» para entregárselo poco después.
Era el caso del chorizo a la española, salido sin duda de la Avenida D junto a la que vivo. Yo le llamo la última frontera, porque ni el ex alcalde Rudy Giuliani logró blanquear esa zona de viviendas de protección oficial, poblada por guetos de portorriqueños y dominicanos desde hace 50 años.
En la calle de la izquierda, la Avenida C, otro vecino fue asaltado recientemente a punta de pistola en el cajero, a tres puertas de la comisaría, y el supermercado de enfrente amaneció un día abierto, con la sangre del manager en el suelo y la recaudación del día en paradero desconocido.
Son las dos caras de la violencia neoyorquina, esa que un informe del FBI dijo esta semana haberse disparado más que en los últimos 15 años. La anglosajona, de gatillo fácil y sin el menor escrúpulo por la vida, y la hispana, en la que el delincuente quiere hacerte pensar que es tu colega, y tu mayor cabreo es que te vio la cara de tonto.