Una mujer expresa todo su dolor ante las víctimas del atentado atribuido a la guerrilla tamil. / AFP
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Un atentado con 64 muertos agrava la crisis del proceso de paz en Sri Lanka

El Gobierno acusa a la guerrilla tamil de atacar un autobús repleto de civiles con una mina y bombardea sus bases

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El mayor atentado contra la población civil desde la firma hace seis años de una tregua entre la guerrilla tamil y el Gobierno de Sri Lanka desencadenó ayer la represalia del Ejército y nubló de nuevo las expectativas de paz en la isla asiática.

La jornada de violencia comenzó con la explosión en el norte de una mina al paso de un autobús. Mató a 64 personas, entre ellas varios niños, y otras 45 resultaron heridas después de que volcara y recorriera veinticinco metros antes de detenerse. Circulaba repleto de pasajeros que se dirigían a un mercado semanal que se celebra en la zona y transportaba asimismo a niños que acudían al colegio.

El Gobierno, que por boca del portavoz del Ministerio de Defensa, Prasad Samarasinghe, responsabilizó del ataque a los Tigres de Liberación de la Patria Tamil (LTTE), reaccionó con ataques aéreos limitados contra bases de la guerrilla en el distrito de Trincomalee y en el pueblo de Mullaithivu, al este de la isla.

«Nadie más podría hacer algo así. Esto es claramente el trabajo de los tigres», dijo Samarasinghe. Pero la página de internet proguerrilla Tamilnews, afirmó que el LTTE condenaba el atentado «en los más términos más enérgicos posibles» y acusó a «elementos paramilitares» de haber perpetrado la matanza. No obstante, en caso de que los tigres fueran los autores materiales del ataque, no sería la primera vez en la que negaran una acción terrorista propia.

La jornada de intensa violencia certifica las dificultades para avanzar en el camino de la paz, ya que el atentado se produjo al día siguiente de que representantes del LTTE regresaran a la isla desde Oslo, donde se negaron a conversar con la delegación gubernamental por considerarla de bajo perfil.

El portavoz de la misión noruega de paz, Thorfinur Omarsson, manifestó que la violencia «ha llegado en un malísimo momento, justo cuando esperábamos encauzar a ambas partes hacia las conversaciones de paz en Ginebra». Omarsson, que espera que «el terrorismo termine», afirmó asimismo que «es demasiado pronto para adjudicar la responsabilidad del atentado, porque, aunque el principal sospechoso es el LTTE, podría tratarse de alguna facción disidente o de grupo paramilitar».

«Mal momento»

En cuanto a los bombardeos de represalia, Omarsson dijo que «cualquier violación del alto el fuego no es un movimiento sabio» y concluyó animando a ambas partes a que «no recurran a la fuerza».

El portavoz del Gobierno ceilanés, Keheliya Rambukwella, afirmó que el atentado fue «un acto de bárbaros» y apeló a la comunidad internacional a ayudar al Ejecutivo de Sri Lanka a contener al LTTE. «Hemos pedido a las misiones diplomáticas que informen a sus ejecutivos de que necesitamos su apoyo para evitar que la guerrilla cometa más atentados, sobre todo contra civiles», afirmó Rambukwella.

A pesar del alto el fuego firmado por el LTTE y el Gobierno de Sri Lanka, la violencia no ha hecho sino aumentar en la isla desde principios de año, con un saldo de más de quinientos muertos sólo en los últimos dos meses.

Esta escalada sangrienta ha hecho fracasar los intentos de relanzar el proceso de paz engrasados por los mediadores nórdicos, como los contactos programados para abril en Ginebra y a los que los rebeldes declinaron asistir pocos días antes.