ADELANTE. El 'gigante' Peter Crouch marca de cabeza el primer tanto para su equipo. / REUTERS
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Sudores fríos para Inglaterra

Sufrió de lo lindo ante Trinidad y Tobago y se alivió con un gol de Crouch a seis minutos del final Logra su pase a octavos carente de recursos y sin imaginación

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Fiel a su historia en los Mundiales y lejos del pronóstico actual que invitaba a jugarse unas libras por su destino, Inglaterra se clasificó para los octavos de final sudando la gota gorda. Delante tuvo a Trinidad y Tobago, una magdalena para untar en el café de media tarde. Y ese grupo limitado, adiestrado por el holandés Beenhakker para la supervivencia, pudo ganar ayer en Nuremberg. Un cabezazo del gigantón Crouch a seis minutos de final condenó a la antigua metrópoli y calmó al imperio. Inglaterra jugó de pena, pero suma seis puntos y ya piensa en la siguiente ronda.

Inglaterra cegó su mirada en la estatura de Crouch. Sobresale tanto, por su altura y su peculiar aspecto, que los británicos fueron tozudos en su idea. Lanzar el balón al tallo del Liverpool en espera de un rechace para Lampard, Gerrard o el que pasase por allí. Resultó que entre los 900.000 habitantes de Trinidad y Tobago hay un tipo de 2,01 metros que también juega al fútbol. En la primera parte, Lawrence maniató a Inglaterra a base saltar y saltar contra Crouch.

El enjambre de nombres rotundos, Beckham, Lampard, Owen, Gerrard, Ferdinand, no equivale de momento en Inglaterra a función colectiva, sino todo lo contrario. Es un equipo sin imaginación, muy previsible, que vive del balón parado (Beckham) y de los rebotes. Leo Beenhakker planteó una pelea cabal para Trinidad y Tobago: defender y contraatacar. Un canto a la lógica.

Así aguantó buenamente como pudo. Sin gran agobio en la primera mitad, salvo la cantada espectacular de Crouch, quien recibió un balón blando, limpio y en solitario delante del portero... Y remató casi al córner. Inglaterra se desarmó en defensa por las jaimitadas de Robinson, un coladero por alto. Dos veces centró a su área Trinidad y Tobago y dos veces reclamó Inglaterra a su portero. Nunca estuvo. Pegó puñetazos al aire y, en la segunda, el central Terry tuvo que sacar el balón cuando ya se colaba entre los tres palos.

Lúgubre

El equipo inglés se fue al descanso sin ofrecer nada y con una desazón en el cuerpo que sólo daba la impresión de poder remediar Wayne Rooney. Así estaban las cosas. La poderosa liga de las islas, sin recursos frente a su metrópoli. La grada, los jugadores, la ausencia de ideas y hasta el lugar recóndito de las islas reclamaba la presencia de Wayne Rooney.

El tipo que podía arreglar el desaguisado salió por fin. Minuto 57. Mucho carrete por delante. Inglaterra, sin embargo, no alteró el aspecto taciturno que ofreciço toda la tarde. Su fútbol fue lúgubre, denso, sin ninguna gracia. Rooney estiró la zancada, insufló ánimo a la grada, pero no cambió el paisaje. Eriksson no tenía otro plan y tampoco sus jugadores. Beckham siguió lanzando globos sonda al área caribeña, mientras Gerrard y Lampard comenzaron a aparecer sin la contundencia que les caracteriza. Fue un grupo sin ingenio, atrevimiento cero, y además poroso en defensa.

La inquietud ya era murmullo alarmista cuando un centro más de Beckham encontró la frente de Crouch -que se elevó con un salto espectacular- y de ahí a la red. Fin a los sudores fríos en el minuto 84. Un fenomenal trallazo de Gerrard maquilló un resultado engañoso seis minutos después. 2 0