Multitudinario funeral en la Catedral de La Almudena por Rocío Jurado
Numerosos rostros populares acompañaron a la familia en la ceremonia «Echo mucho de menos a mi mujer», afirmó José Ortega Cano
Actualizado:Más de 3.000 personas llenaron ayer la Catedral de La Almudena de Madrid para asistir al funeral por el eterno descanso de Rocío Jurado. El templo no conocía tal concentración desde otro acto fúnebre, el de los fallecidos en el 11-M. Pero en el caso de la misa en memoria de la artista dominó la manifestación popular y, como en la capilla ardiente y el entierro, el seguimiento mediático.
Una hora antes de iniciarse el funeral, pasadas las 19 horas, no quedaba un sitio libre en los bancos. Los asistentes llenaron entonces los pasillos y se conformaron con seguir el funeral de pie. Más de 500 personas que no pudieron entrar curiosearon desde los aledaños a los muchos famosos que acompañaron al viudo de la finada, José Ortega Cano, a su hija, Rocío Carrasco, y al novio de ésta, Fidel Albiac.
Los tres entraron juntos, cogidos del brazo, con rostro de dolor y emoción contenida, y ocuparon los primeros bancos con el resto de la familia; los hermanos, Amador y Gloria Mohedano, y la ma-dre del torero, Doña Juana. Todos ellos vestidos de riguroso luto. Con aplausos y exclamaciones de «¿ánimo!» fueron recibidos los familiares directos en la entrada del templo. Fuera, el público se iba trasladando de una a otra puerta de la Catedral con tal de no perderse la llegada de los muchos rostros conocidos que acudieron a la convocatoria.
Sara Montiel, Natalia Figueroa, Dolores Abril, Jaime Ostos, Julio Aparicio, Cuqui Fierro, Massiel, Remedios Cervantes, Karina, Ma-ría José Cantudo... Cámaras y fotógrafos enfocaban de forma implacable. Y en medio del gentío, unos turistas extranjeros preguntaban qué pasaba dentro, si se trataba de una boda.
Palabras de aliento
El funeral fue oficiado por monseñor Antonio Astillero. «La muerte es lo más fuerte, lo más hiriente que nos puede pasar, pero quien tiene fe, para cuantos viven en la fe cristiana y se conducen por ella, todo es distinto. La muerte es dolor, pero es vivir para siempre, no es aniquilación», mencionó en obispo durante la homilía.
Grandes pantallas colocadas de forma estratégica en la Catedral ayudaron a los asistentes a seguir los momentos más emotivos de la misa. El deán recordó las cualidades de Rocío Jurado, su amor a la copla y su manera de morir «de forma cristiana, un ejemplo de vida para nosotros». Y en este momento, Ortega Cano se vino abajo sin poder contener las lágrimas.
Por expreso deseo de la familia, los asistentes no se acercaron a dar el pésame. Desde el 1 de ju-nio, en que falleció la cantante, han sido muchas las emociones vividas y quisieron evitar otra vez el llanto. Pero al salir, Ortega Cano no pudo sortear el cerco mediático.
Las cámaras, insaciables, se precipitaron a arrebatarle preguntas sin sentido. «¿Como han sido estos días de ausencia?», le espetaron. Y él, con temple, serio, contestó: «Estoy emocionado, echo de menos a mi mujer», esbozó con voz entrecortada entre la muchedumbre que le rodeaba. Pero tanto él como Rocío Carrasco volvieron a dar las gracias a la gente por las muestras de cariño.