Alguna duda cabe
Actualizado:La Asociación de Escoltas, me-nos conocida por Ases, ha establecido contacto con la dirección del Partido Socialista de Euskadi para advertirle del riesgo que puede suponer suprimir la protección de altos cargos, ya que son mucho más numerosos que las personas de cierta altura. Una cosa es favorecer el proceso de paz y otras dar facilidades a los terroristas.
El aviso demuestra que tampoco ellos se fían de los propósitos de ETA y no dan por hecho lo que todas las personas de bien deseamos que se haga. La arriesgada profesión de escolta es lo que más ha contribuido a la lucha contra el paro: mucha gente se ha colocado en el lugar exacto donde otros colocan las bombas.
Un oficio duro, ya que obliga a compartir la mala suerte con un desconocido eventualmente ilustre. Muchos escoltas han muerto en cumplimiento del deber de la persona escoltada. Los más afortunados han contraído duraderas tortícolis o lesiones de cervicales. Eso de estar siempre sobreaviso, aunque don José Ortega definiera la inteligencia como «un estado de alerta», es pesadísimo. Además, si se ven fantasmas es porque los fantasmas abundan.
Suprimir de golpe la custodia de las personas inicuamente amenazadas quizá sea un signo de optimismo, pero prever un futuro óptimo resulta prematuro. Puede llevar al desempleo antes de tiempo a una gran cantidad de profesionales bien preparados y valerosos. ¿Se ha extinguido de repente el linaje de los que pegan tiros en la nuca? Dios quiera que sea así, pero es como decirle a los taberneros que todos sus clientes se han hecho de pronto abstemios. Holgadamente cabe la duda, que siempre es capaz de colarse por los sitios más estrechos.
Si los señores terroristas entregaran las armas se evaporarían esas dudas, que también la esperanza cabe por cualquier rendija.