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Editorial

Alerta energética

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Los ministros de finanzas del G-8 reunidos en San Petesburgo con el fin de preparar la gran conferencia de jefes de estado o gobierno que tendrá lugar en esa ciudad a mediados del mes de julio han lanzado la alerta sobre los riesgos que presenta la nueva coyuntura energética para la continuidad del crecimiento económico mundial, y reclaman mucha prudencia tanto a los países productores como a los consumidores para que el problema energético no se sume a los desajustes que tiene ya -las pautas de comercio y el renacimiento del proteccionismo, la deuda externa, las migraciones-, todo el sistema. Aboga el G-8 por lograr una mayor homogeneidad en la estimación de las reservas de crudo y las capacidades instaladas de extracción y refino, en la eliminación de obstáculos a la inversión, en la potenciación del papel privado en el sector, en la clarificación y mejora de la regulación, y en suma, en la transparencia del mercado. Las recomendaciones del G-8 con respecto al mercado del crudo y los hidrocarburos son de sentido común, pero no por ello de menor importancia. Siguiendo su tradicional prudencia, el G-8 se ha mostrado moderado y suave, pero está claro que su mensaje llega a todos los ciudadanos. El auge del neo-indigenismo en Iberoámérica, y su hostilidad contra las inversiones externas -muchas de ellas en energía-, no ha pasado desapercibido. Las empresas extranjeras (y las locales) necesitan un marco regulatorio seguro y estable, con plena, o casi plena, libertad en el movimiento de capitales. Sólo si los productores y distribuidores gozan de reglas estables y un alto grado de libertad, serán capaces de invertir en exploraciones y refino para aumentar la oferta futura. No es que por el lado de la demanda no se requieran reformas. Muy al contrario. Los principales consumidores (a los que ahora hay que añadir China y la India), tienen que hacer todavía grandes mejoras en su eficiencia energética. Pero si se adoptan medias que oscurezcan el mercado y disfracen los precios, ni los consumidores tendrán incentivos para usar menos energía por unidad de PIB, ni las compañías tendrán el acicate para invertir en nuevas técnicas y búsqueda de reservas.

Contrariamente a las predicciones malthusianas que de nuevo y de forma cíclica, salen a la palestra, los depósitos de gas y petróleo son aún abundantes y lo único que se requiere, además por supuesto de buscar mejores métodos de generar energía, es dar facilidades para que los altos precios se transformen en ganancias que acaben finalmente en nuevas exploraciones con nuevos métodos. Queda, no obstante, un capítulo de economía política, las maniobras de la OPEP, pocas veces abordadas por los representantes internacionales. El cártel petrolero no controla ni determina el precio del crudo -entre el 60 y el 70% de la producción mundial queda fuera de su control-, pero sí lo influye grandemente.