VENERADOS. Guus Hiddink y Zico han conseguido llevar a Australia y a Japón hasta la fase final del Mundial de Alemania. / FOTOS: REUTERS
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Un mago en las Antípodas

Tras alcanzar las semifinales con Holanda y Corea del Sur, Guus Hiddink hace historia esta vez con Australia

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Semifinalista en dos Mundiales, con Holanda en 1998 y Corea del Sur hace cuatro años en detrimento de España, el holandés Guus Hiddink vuelve a ejercer de mago al frente de Australia, selección a la que ha clasificado para la fase final alemana después de 32 años de ausencia.

Inspirador del sueño de los socceroos y ya un ídolo en las antípodas, Hiddink se ha elevado a las más altas cimas en todos los lugares donde ha trabajado. Es un notable director de grupos humanos, a los que transmite la clase, la belleza y la elegancia del deporte rey.

Quizá por ello, en la víspera del estreno ante Japón, en Kaiserslautern, anda indignado por unas acusaciones vertidas por los nipones sobre el supuesto juego duro de los aussies.

Elegido para el cargo en 2005, tras la dimisión de Frank Farina, en pocas semanas Hiddink supo aplicar el rigor defensivo y el sentido táctico del que adolecían sus jugadores, y fue determinante en la clasificación, a expensas de Uruguay, en la repesca y en los penaltis. Un lanzamiento transformado por Aloisi, el delantero del Alavés, desbordó la alegría. Integrada en buena parte por futbolistas que juegan en Inglaterra, como el ariete Viduka (Middlesbrough), y los centrocampistas Harry Kewell (Liverpool) y Tim Cahill (Everton), Australia apuesta por un juego físico y de eficacia ofensiva.

Centrocampista en el humilde De Graafschap Doetinchem y en el PSV, Hiddink fue uno de los primeros en atreverse con la aventura estadounidense, antes de poner fin a su carrera de jugador en el Nec Nimega. Entonces, decidió hacerse entrenador. Se convirtió en adjunto a la dirección en los dos clubes de sus inicios, hasta que en 1986 tomó las riendas del PSV.

Utilizó un clásico 4-4-2 que hizo maravillas a la vez que acumulaba trofeos: cuatro Ligas seguidas y tres Copas, también encadenadas. El año 1988 no podrá olvidarlo jamás. Al doblete nacional, el PSV añadió la Copa de Europa, ganada en los penaltis al Benfica.

Hizo las maletas para ejercer en el Fenerbahce turco (90-91). No tardó en elevar las miras y, el curso siguiente, aterrizó en el Valencia, donde tuvo gestos maravillosos como el de ordenar retirar una esvástica de la zona de los ultras. Entabló buena amistad con Johan Cruyff, entonces técnico del Barça y con cuyo estilo sintonizaba.

Héroe nacional

Aceptó el honor de convertirse en seleccionador de Holanda y e hizo gala de su fuerte personalidad en la Eurocopa de Inglaterra'96. Mandó a casa al centrocampista Edgar Davids, tras una acalorada discusión. Los 'tulipanes' alcanzaron los cuartos. Su sello de utilizar dos extremos puros se volvió a poner de moda en Francia'98, donde sólo una derrota en la tanda de penaltis contra Brasil alejó al combinado naranja de la final.

Regresó a la rutina de los clubes en España, primero con el Real Madrid y luego con el Betis. Cuando la federación surcoreana buscaba un sucesor a Huh Jung-moo, acudió al sabio Hiddink. Y acertó de pleno. Corea del Sur multiplicó las victorias de prestigio y se coló en las semifinales. Fue apeada por Alemania, tras cercenar, con la ayuda del egipcio Al Ghandour, el sueño de la España de Camacho.

Pese al entusiasmo que generó en el país asiático, donde fue declarado héroe nacional, prefirió volver al PSV. El destino, empero, le guardaba otra aventura transoceánica. Con la condición de conservar su puesto en su club, Hiddink aceptó hacerse cargo de Australia en verano de 2005. Tras el Mundial, le espera la dura misión de reconducir a Rusia.