VUELTA DE HOJA

Un muerto muy fotogénico

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Es de suponer que a cualquier persona le satisface más haber obtenido su duradera condición de difunto en un bombardeo selectivo que en virtud de una bala perdida o bien de un error de los suyos, que no sabían que era de los nuestros. Eso que llaman víctimas del fuego amigo, como si el fuego tuviera amistades. Ha caído Al Zarqaui en una casa de Baquba que fue atacada por aviones F-16. Era el brazo derecho de Bin Laden y su cabeza tenía el mismo precio que la de su invisible jefe. Se le consideraba el terrorista más buscado de Irak, lo que tiene mucho mérito, ya que se busca a muchos. Se había hecho notorio, entre otras cosas, porque degollaba a sus enemigos por internet con notable pericia.

Ahora se exhibe su cadáver, aunque no de cuerpo entero. Sólo el busto. El terrorista ha quedado tan bien que le han puesto un marco a su retrato para exhibirlo. En general, los muertos son muy fotogénicos. Hay que ser muy mal fotógrafo para que salgan movidos. La verdad es que son unos modelos ideales que ni siquiera pestañean con el relámpago domesticado del flash. Lo que ocurre es que nunca parece que estén dormidos, como suele decirse. Parece lo que es: que están muertos. César González-Ruano me decía, a la salida del velatorio de un amigo común: «¿tú te has dado cuenta de que los muertos tienen cara de preocupados?»

Eso de acicalar cadáveres llegó al máximo con la momia de Lenin. Al Che Guevara le cortaron las manos. Don Corleone, en la película El Padrino, se gasta un dineral en dejar a su ametrallado hijo en inmejorables condiciones para asistir a un cóctel. En tierras de Castilla existía hasta hace poco el oficio de afeitamuertos. Lo extraño del caso de Al Zarqaui es que hayan en-marcado su carné de identidad. Con paspartú y todo.