Tormenta de ideas, de ilusiones o disparates
Actualizado:Hay una combinación de cuatro letras, P, G, O y U, que yo no sé qué tiene pero que a los periodistas nos «ponen». Si además a las siglas en cuestión siguen dos palabras, «de Cádiz», ya estamos electrizados. Pero cuando se hacen propuestas como la de rellenar el istmo, para qué queremos más. En esas estamos. Los Planes Generales de Ordenación Urbana parecen contener siempre un desafío a la inteligencia del que se acerca a intentar descifrarlos, no sólo por la complejidad de la disciplina, sino por lo abierto de sus posibilidades, sujetas a la realidad y al deseo, a la ley y a la trampa, y porque, por encima de todo, condicionarán la vida diaria, el paisaje cotidiano, el ocio y el negocio, y también serán confrontadas con la memoria sentimental de cada uno.
El avance del PGOU que el Ayuntamiento de Cádiz muestra desde ayer en el centro cultural El Palillero es un muy aparente conjunto de paneles con propuestas, ideas, declaraciones de intenciones, fotos aéreas, simulaciones, sin compromisos de ejecución ni plazos, ni siquiera categorías, que sería muy útil: muy probable, probable, poco probable, improbable. Todo está planteado en los mismos términos con intención, dicen sus responsables, de fomentar el debate.
La propuesta de los rellenos en la entrada de Cádiz, destinados a viviendas para jóvenes, se dice, al lado de los depósitos de agua, parece estar puesta ahí precisamente para la polémica, para resucitar los fantasmas del Cádiz-3, y porque sin duda algo se mueve en ese sentido, hasta ahora de manera cauta, en la mente de algunos urbanistas y políticos. Habrá que estar atentos a todo ello.
Otras ficciones parecen más posibles, como copiar en la actual Residencia el modelo de La Illa de Barcelona, un gran y funcional centro comercial, de viviendas y de oficinas situado en la Diagonal, obra de Moneo y de Solá Morales, que le alegra las pajarillas, con todo respeto, al jefe de la Oficina Técnica Municipal, Ernesto Martínez, el gran factótum del urbanismo gaditano del último medio siglo, por lo menos. Algún día su etapa será objeto de estudio, y no menor, porque llegó con Beltrami, trabajó con Carlos Díaz y continuó con Teófila, de modo que buena parte de la ciudad que vivimos ha pasado por sus manos.
Ernesto está ya preparando las maletas, por cierto, pues asegura que se va a jubilar el próximo mes de mayo, cuando cumpla los 65. Se avecinan cambios en su área y el ambiente profesional anda caldeado, con cruces de rumores y una apuesta bastante coincidente. Parece que Juan Manuel Sánchez del Pozo sería el principal candidato a sucederle. Veremos.
Pero a lo que iba. El avance del PGOU que expone el Ayuntamiento desciende a los detalles y traza algunas áreas temáticas y principios generales. Habría que contemplar también otros temas eternos de contexto, de esos que crispan a los vecinos y a los expertos desde siempre y que giran en torno a cómo hacer posible arquitectura moderna, contemporánea, en la ciudad neoclásica y, lo que es áun más imprescindible, cómo propiciar y conseguir un alto estandar de calidad. Por usar al socorrido Italo Calvino, hay que intentar hacer posibles las ciudades invisibles que se esconden en las ciudades invivibles, que las ciudades felices ganen la partida a las infelices. Para, en fin, «buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio».