Subir tipos es una apuesta arriesgada
Actualizado: GuardarEl juego de apuestas más antiguo del que se tiene noticia data del Pleistoceno inferior, hace medio millón de años. Se practicaba con el astrágalo o hueso de taba. Por aquellas fechas abundaban los adivinadores del lado sobre el que caería una concha lanzada al aire. Pero parece que sólo se practicaba a efectos lúdicos y no económicos por quienes no podían participar en las competiciones de fuerza, lo hacían en las de brujería o destreza. Unas tablillas de dieciséis siglos antes de nuestra era muestran a dos egipcios jugando al atep e intentando acertar, en presencia de un árbitro, el número de dedos rígidos que ambos esconden a sus espaldas. Hace un siglo se encontró en la pirámide de Keops una tablilla muy anterior al año 3000 a. de C., en la que se relata cómo Thot, el dios de la noche, le ganó a la Luna cinco días al año en una partida de dados. En los últimos cuatro mil años, se han inventado desde el ajedrez a los Juegos Olímpicos, desde los ludi circensis a los naipes y desde la herradura a la Bolsa. Hoy todo el mundo sabe que los bingos, los casinos y las tragaperras están en crisis porque la gente se divierte más jugando a la Play Station y a los programas interactivos para ordenador o se funde la pasta con fruición, invirtiendo en los derivados bursátiles y las pirámides.
El último juego-apuesta, el más moderno, se llama A ver que pasa si subo los tipos de interés. Lo ha hecho ayer por tercera vez en cinco meses el Gobernador del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet. Su apuesta trata de conseguir una reducción de la inflación y la propensión a endeudarnos. Pero corre el riesgo de reducir el crecimiento económico, aumentar los costes empresariales, sobrevalorar el euro y encarecer al mundo las exportaciones europeas. Y no evita que el dinero fluya a Estados Unidos donde los tipos están al 5% y sus déficit presupuestario y comercial absorben todo lo que le echen. Trinchet, querido: ¿Para quién trabajas? ¿A qué juegas?