¿Qué frescos los juguetes de verano!
Actualizado:A poco que observemos la publicidad que emite la televisión en horario típicamente infantil (o sea, de 8 a 11 de la mañana de los sábados y domingos), podremos darnos cuenta del incremento de anuncios sobre juegos y juguetes que se produce en este mes de junio. Es lógico. Las empresas jugueteras conocen bien el comportamiento de las familias, saben que suele ser un buen momento para hacer regalos-premio de fin de curso. Las empresas jugueteras saben que interesa «entretener» a esos niños y niñas que dentro de nada van a pasar mucho tiempo en casa y aprovechan un momento infantil para «abrirles el apetito» cuando, para colmo, suelen estar solos a esas horas frente al televisor (por algo a la tele se la bautizó hace décadas con el sobrenombre de telenodriza).
Pero es un buen momento para que las propias familias reflexionen sobre lo que compran.
Es verdad que ahora la sofisticación publicitaria está centrándose en conmover, en remover sentimientos, en agitar, en crear un estado de cuasi-shock: un ejemplo claro es el anuncio que lleva como lema amo a Laura, que te lleva a una verdadera confusión de ideas y sentimientos: ¿qué es lo que se vende?, ¿qué es lo que anuncian?, podemos preguntarnos.
No obstante, los destinados especialmente a la infancia y adolescencia suelen seguir un estilo más clásico, cuyo objetivo es convencer (de que el producto es el que conviene), son más directos, aunque no por ello algunos dejan de mostrarse realmente perversos.
Pero hemos de reconocer que en esta época, al igual que en la navideña, la cercanía de las vacaciones relaja de tal manera que se suele perder la perspectiva analítica e incluso de defensa. Así, aunque se quiera estar alerta sobre qué se anuncia y cómo al final se practica poco.
Por eso es interesante seguir apuntando que muchos anuncios sobre juguetes, juegos o incluso productos alimenticios (como helados), objeto de deseo de la infancia o la adolescencia, siguen utilizando como base de sus escenas o comentarios el prejuicio más feroz. Con una consecuencia clara: remarcar la discriminación de las niñas y jóvenes.
Un ejemplo de ello lo encontramos en argumentos como «serás la más bella», uniendo la belleza con el triunfo/éxito (aunque sea un triunfo no profesional sino referido a la amistad, o a ser aceptada por amigos y amigas). O cuando se adjudica al rol femenino la sensibilidad y la capacidad de ayuda y cuidado de los demás (los muñecos a los que dar de comer, lavar con mimo ) y al masculino la fuerza y la inteligencia (por eso los juegos de estrategia son «para ellos»). Más. Todavía recuerdo con cierto estupor un anuncio de un helado: pirulo, qué chulo, era el lema. El niño aparecía con su pirulo en la mano (en un entorno playero), moviéndolo delante de una niña. Los discípulos de Freud podrían decir mucho del significado simbólico.
Debemos reconocer también que, en ocasiones, la publicidad se convierte en un espejo ideológicamente deformado y tremendamente perverso con unas repercusiones socializadoras nefastas al utilizar no tanto los estereotipos como los prejuicios. Hay que decir también que, en muchas ocasiones, la publicidad presenta unos contenidos prejuiciosos negativos poco explícitos, muy sutiles y, por tanto, bastante peligrosos.
En fin, propongo a lectores y lectoras de este diario que dediquen una mañana a compartir la programación televisiva en familia: que vean, comparen y si encuentran en la calle algo mejor, que no se priven de apagar la tele.