PROTECCIÓN. La princesa Letizia con la infanta Leonor. / EFE
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Leonor, la 'protegida'

La Infanta fue ofrecida por sus padres a la Virgen de Atocha, que 'salvaguarda' a la Familia Real desde el siglo XVII

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Leonor está regia. Siete meses de infanta bien lustrosa, vivaracha y curiosa, como procede a la edad en que todo bebé empieza a descubrir el mundo. La pequeña afrontó ayer con responsabilidad institucional -sin lloros ni berreos- su cita con la Virgen de Atocha. Acudió a la basílica homónima, en Madrid, para ponerse bajo el manto bienhechor de la reina de los cielos.

La futura heredera cumplía así con una tradición señera en la monarquía española. La Virgen de Atocha ostenta el título de protectora de la Familia Real desde los tiempos de Felipe IV, en el siglo XVII, aunque la costumbre de ofrendar a los bebés reales la acuñó Isabel II tras sobrevivir junto a su hijita al atentado del cura Merino en 1852, a la misma puerta de la basílica.

A la vera de esta Virgen mulata del siglo XV han desfilado uno tras otro los tres hijos de los Reyes y luego cada uno de sus nietos. Treinta y ocho años antes pasaba por el mismo trámite solemne don Felipe, que ayer alzó orgulloso a Leonor hacia la hornacina donde reposa la madonna de Atocha para ponerla bajo su advocación.

La ceremonia fue breve. Apenas quince minutos bastaron para cumplir con el ritual. Los Príncipes de Asturias llegaron poco después de las once de la mañana al templo, sonrientes, con la niña en brazos de su madre. Doña Letizia, con chaqueta de guipur blanco, falda plisada en gris y blanco estampada en cachemir y sus buenos tacones. Don Felipe, de gris perla y corbata en tonos guinda. La protagonista del sarao, de blanco impoluto, con un vestido sin mangas del que asomaban dos brazos rollizos, prueba de que se cría que da gusto, y un crucifijo de oro al cuello. Igual de rubia, redondita e imperturbable que cuando nació.

En las inmediaciones, vecinos de la zona que hicieron un alto en sus tareas para ver pasar y jalear a los herederos de la Corona. Los que tuvieron más suerte pudieron acceder al interior de la iglesia y presenciar en vivo y en directo la ofrenda de Leonor. Los hubo que entraron con el carro de la compra y todo. Fue un acto casi familiar y con escasa pompa.

Por el buen camino

El cardenal arzobispo de Madrid pronunció la ofrenda a la Virgen flanqueado por dos dominicos, el provincial, Manuel Santos, y el prior del convento, José Martínez. «Recíbela como verdadera hija tuya. Guíala por el buen camino; defiéndela del maligno y de todo mal», pidió Rouco Varela para la pequeña Leonor. «Que lleve siempre en el corazón el amor a todos los españoles, especialmente a los más necesitados», añadió.

Don Felipe, con las manos libres, siguió el oficio programa en mano, sin quitar ojo a sus dos mujeres. La princesa de Asturias le atusaba los pelillos de la frente a su hija y lanzaba miradas cómplices a las tribunas de los periodistas. La niña lo curioseaba todo con fruición.

Tras la invocación y el canto de la Salve, llegó el momento. La madre hizo un amago de levantar a Leonor, pero la cría debe de pesar lo suyo y don Felipe se hizo cargo, cogió a su hija y la elevó hacia la talla bizantina de la Virgen, momento en que los parroquianos prorrumpieron en aplausos y vivas. Los Príncipes de Asturias salieron de la basílica dando la mano a todo el que se la ofreció. La niña aún no. Tiempo le queda.