el canon occidental
Actualizado: GuardarDefiende Harold Bloom que la vida es muy corta para perderla leyendo a caducos autores, que hay que organizarse para poner un texto universal en cada minuto lector. Alguien debiera atreverse a plantear un canon similar hacia la vida. «Disculpe, nuestra relación me resulta francamente prescindible, ¿haría el favor de salir de mi existencia?». Si el teórico sufrió las iras de la crítica biempensante, no quiero imaginar hasta dónde me llegarían los azotes de aflorar mi tesis. Sería más fructífera la vida sin esa factoría emocional que, como la de los malos libros, sólo se entiende en un ecosistema entregado al consumo. De lectura, de víveres, de personas, de vida...
La semana pasada devoré muchos minutos de despliegue elegíaco de los medios. Dispuesta a la catarsis colectiva, el dispositivo de captación de inutilidades me sacudió en segundos. Un lugareño recordaba a Rocío Jurado cantando por las calles de Chipiona mientras olía las flores del jardín. La estampa me estremeció más por falsa que por cursi. El vecino optó por la fábula en un contexto donde todo tenía cuelo. Donde el homenaje y el recuerdo se habían quedado cortos para alimentar al voraz monstruo de la audiencia. Verdadera pornografía sentimental a golpe de millonarias tarifas de publicidad.
En la literatura y en la vida se produce demasiada porquería. Esta semana en Chipiona, en Almonte, muchas personas vivieron su momento de gloria. Algunos se convirtieron en verdaderos empresarios de lo sentimental. El dolor también emite facturas y una vista privilegiada de la misa desde una estratégica azotea se disfrutaba en Chipiona por 300 euros.