LA COLUMNA

Cuando el mundo es un pañuelo

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Nos engañamos pensando que cualquier cosa tiene un cincuenta por ciento de probabilidades de ocurrir o no ocurrir. ¿Cuál es la probabilidad de que Bush bombardee Irán tras la amenaza que ayer hizo Jemenei de cortar el suministro de petróleo? ¿Y cuál es la probabilidad de que haya vida en alguna galaxia o de que suban este mes los tipos de interés. ¿El 50%? Pues no. Ambas posibilidades no son igualmente probables. Lo demostró Keynes al formular el principio de indiferencia. Viene a decir que si no tenemos razones sólidas para suponer que algo va a ocurrir o no va ocurrir, nos equivocamos al asignar a ambos valores probabilidades iguales sin comprobar que no existen hipótesis adicionales y que los sucesos sometidos a consideración son absolutamente independientes.

El Instituto de Tecnología de Massachusetts ha demostrado que la probabilidad de que dos desconocidos tengan un amigo común es muy alta. Elegidas al azar dos personas, cada una de ellas conoce a unas mil más. Existe entonces una probabilidad del 1 por 100.000 de que ambas se conozcan directamente, con lo que la probabilidad de que tengan un amigo común se eleva al 1% y la de que puedan estar conectados a través de terceras personas es en realidad superior al 99%. Es lo que se conoce científicamente como la paradoja de «El mundo es un pañuelo». Eso quiere decir que es prácticamente seguro que Patxi y Joseba, dos vascos tomados al azar, conocen a alguien que conoce a una persona que conoce al otro. Así que no es igual la probabilidad de acertar negociando con ETA que la de acertar cumpliendo el Pacto antiterrorista y la Ley de partidos. Porque es casi seguro que víctimas y verdugos se encuentren, si el PSE negocia con Batasuna con el visto bueno del Gobierno pero sin el mínimo respaldo político y moral de la oposición, que es lo que evitaría que unos se queden sin protección jurídica mientras otros son reinsertados con relajación de la legalidad.