Envidias y complejos
Actualizado: GuardarVeintidós años sin ganar Roland Garros en el cuadro masculino son demasiados para los franceses. Y más si en el último lustro el dominio español en la tierra batida de París ha sido abrumador (victorias de Albert Costa, Juan Carlos Ferrero y Rafa Nadal). Cada temporada, cuando nos introducimos en el mes de junio y se abren las puertas de la Philippe Chartier, los franceses sacan a relucir su exacerbante chauvinismo. La envidia les corroe y les incita a sembrar la duda sobre la calidad deportiva de los héroes españoles, sus particulares villanos. La última, sospechar sobre el espectacular rendimiento del chico récord que ha logrado superar a un histórico como Guillermo Vilas en tierra batida, del único díscolo alumno capaz de hacerle frente al maestro Roger Federer, del incombustible Nadal.
Cuando se frotaban las manos ante el declive de Carlos Moyá, Juan Carlos Ferrero y compañía, observan atónitos cómo el caudal español sigue latente -Tommy Robredo, David Ferrer, Feliciano Feliciano y la estrella manacorí- y amenaza con mantener durante muchos años la supremacía de la Armada en París, capital de nuestro tenis, por mucho que les duela. Ahora se preguntan cómo es posible que el superman español tenga tanta musculatura en su brazo izquierdo, cómo puede resistir a partidos de más de cinco horas y terminar dando brincos en cada victoria, ¿cómo lo gana todo! Pero no se preguntan de la misma forma cómo es posible que sus dos bazas más importantes en el cuadro femenino, Mary Pierce (ganadora en el año 2000) y Amelie Mauresmo, número uno del mundo, tengan una apariencia física más propia de llamarse Manolo y de competir en halterofilia que de golpear con destreza la bola al más puro estilo de Sharapova o Justin Henin.
En fin, Nadal debe pensar que es mejor que te odien por quien eres que te amen por quien no eres. Y los franceses, hacer un poquito de autocrítica si no desean pasarse otros veintidós años en blanco, mientras Noah aumenta más aún su leyenda. Porque no es malo querer ser el mejor, sino querer serlo y no poner todo de tu parte; mientras Nadal eclipsa al mundo con su pundonor, su energia y su ilusión en las pistas y los medios franceses intentan desprestigiarle lanzando rumores infundados, en el camino puede quedarse otra joven generación de tenistas galos, con Monfils o Gasquet a la cabeza.