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MILENIO

Por lo general

JUAN TEBA/
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E l primer debate sobre el estado de la Nación celebrado en España, gobernando entonces la UCD de Adolfo Suárez, reveló al país entero y, especialmente, a su clase política, que un gobierno podía salir herido de muerte (metáfora) de ese ceremonial parlamentario. Porque así sucedió en aquella ocasión, cuando gente socialista como Alfonso Guerra, Ernest Lluch o Carlos Solchaga, unos desconocidos prácticamente en la época, se revelaron como grandes protagonistas del recordado debate merced a la dureza de sus intervenciones que hicieron temblar los débiles cimientos de esa histórica conjunción de siglas, más bienintencionadas que sólidas, políticamente hablando.

El debate del pasado martes sobre el estado de la Nación fue un hijo fidelísimo de aquel primero, si bien con menos nivel dialéctico y, desde luego, sin esos protagonistas andaluces tan principales de entonces, como fueron Felipe González y Alfonso Guerra. Porque, por lo demás, especialmente en el aspecto apocalíptico, tan negadores de la gestión gubernamental fue en aquel pasado que ya se antoja remoto como el presente que corre sin pausa.

Pero si aquel Gobierno de la UCD pareció tocado del ala tras el debate, el actual Gobierno socialista ofrece la impresión de que no se le ve muy perjudicado tras este debate sobre el estado de la Nación. Y si es así, mucho tiene que ver Andalucía, una comunidad, con permiso de vascos y catalanes, auténtico factor de equilibrio y cohesión en el complicado proyecto de la España descentralizada y pluricultural.

Por lo demás, los contemporáneos sabemos desde hace tiempo que en el espacio de la actividad política no es nada fácil encontrar simples huellas de grandeza y generosidad políticas. Los llamados aparatos de los distintos partidos lo impiden sin sonrojos ni dudas. Y en buena medida el exceso se debe a la pasividad de la sociedad civil, tan nihilista en esencia como entusiasta de lo más frívolo, consumista y sensacionalista. Bueno, por lo general, que tampoco hay que pasarse.