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Muy triste

LETICIA SÁNCHEZ-SERRANO<br><br>lsanchez@lavozdigital.com/
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LA GLORIETA De Rocío Jurado lo sabemos todo. Fuimos testigos de sus comienzos en Madrid tras dejar atrás a su amada Chipiona. Conocimos a su primer marido, el famoso boxeador Pedro Carrasco, y a su hija, Rocío. También tuvimos el gusto de acudir a la boda, al divorcio, a las peleas y a las faltas de respeto entre su pequeña y su ex marido, el ex guardia civil Antonio David, o Antoniodá, para los amigos.

Celebramos la segunda oportunidad en el amor que se concedió la tonadillera, cuando comenzó su relación con el matador José Ortega Cano. Participamos de tal forma en su boda que hasta tuvimos la suerte de escuchar en directo al torero entonando aquello de «estamos tan a gustitoooo...» en medio del éxtasis de la fiesta. Conocimos a sus hijos adoptivos, incluso antes de que los niños hubiesen puesto un pie en Yerbabuena. Por supuesto, no podemos olvidar nombrar a Fidel Albiac, el nuevo novio de la niña. Un hombre, dicen, sin oficio ni beneficio.

Es tal la demanda mediática que provoca que, como no podía ser de otra manera, estamos asistiendo a la crónica televisada de una muerte anunciada. La vida de la chipionera dejó de ser suya hace tiempo, es algo así como un pacto con el diablo, yo vendo una exclusiva y pierdo el control sobre mi vida.

Ha pagado un precio muy alto desde que abriese las puertas de su intimidad mediante varios cuantiosos talones. Ahora se debate entre la vida y la muerte mientras, fuera de su casa, los ciudadanos, a través de los medios que llegan donde los demás no pueden, esperan la triste noticia. Ahora sólo queda esperar a que cuando Rocío fallezca, el circo cierre sus puertas.