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«El hombre es mucho más complicado que el personaje de cualquier novela»
El autor jerezano roba la voz de una mujer en su última obra narrativa para contar la decepción a la que siempre conducen las contradicciones enfrentadas
Actualizado: GuardarA Ruiz Mata, «currante de la literatura», le gusta el olor a tinta, complicarse la vida juntando palabras y militar en causas que «no pueden estar perdidas». Piensa rápido, resulta gestual, excesivo, y se explica con vehemencia. Acaba de publicar El Muro (Alhulia), una novela intensamente cotidiana, enmarcada en la Transición, ese nido histórico de decepciones.
-Dirá usted lo que quiera, pero construir un monólogo interior y en voz de una mujer no puede ser fácil.
-El monólogo, en literatura, hay que cuidarlo mucho: hace falta un esquema previo y disciplina, porque tiende a irse por donde no debe, se presta mucho a la digresión, y eso es algo en lo que no puede caer nunca un novelista. Ponerse en el lugar de una mujer no me ha resultado excesivamente complicado, porque tengo amigas que se han visto en situaciones similares a las que vive mi protagonista y, en cierta forma, me han prestado sus voces, o se las he robado, no sé
-¿Se acordó mucho de Delibes?
-Je, je, je De Delibes y de Cinco horas con Mario, aunque mi pretensión ha sido completamente diferente. Delibes habla de sí mismo a través de su mujer, y yo bueno, si yo fuera como el tipo de la novela habría que darme una paliza.
-No hay ningún personaje masculino que salga bien parado...
-No, tienes razón. Me di cuenta después de haber publicado la novela. La mayoría son un desastre. Incluso yo, que aparezco de pasada
-Sé que un libro nunca trata de una sola cosa, pero ¿diría que el tema principal de la suya es la decepción?
-Sí, en cierta forma. Es una novela contra y sobre las contradicciones. Y las contradicciones generan una frustración, que inevitablemente conduce a la decepción. Ocurre en la vida, y en la política. Decepción por esos líderes que una vez abanderaron causas justas y que acabaron utilizando a un montón de chavales jóvenes, de soñadores, para dejarlos luego en la estacada, por ejemplo, cuando su sillón corría peligro Decepción cuando una mujer descubre que su marido, que es un luchador en la calle, en la sociedad, es un represor en su propia casa Se dan casos de auténticos hijos de puta, maltratadores crónicos, que públicamente resultan unos tipos encantadores
-Buena parte de la obra transcurre durante la Transición. ¿Personalmente se siente decepcionado?
-Yo no luché para ser súbdito de nadie. No luché para que se instaurara una monarquía. Mi esperanza es que España dice que es Juancarlista A ver si es cierto y la Corona dura lo que dura Juan Carlos, como mucho Yo luché para quitar de enmedio a un dictador, aunque al final se muriera de viejo; y luché porque quería que en mi tierra hubiera libertad; y no admito, todavía, que nadie me venga justificando con la boca pequeña golpes de Estado, porque la República era democrática, legítima y soberana. Luché, sobre todo, para poder salir un día a la calle y poder gritar lo que opinaba, sin miedo. Luché desde un Partido Comunista, porque pensé, entonces, que era el mejor camino Ahora, bueno, hay quien dice que la democracia es el menos malo de los sistemas, pero a mí eso no me vale No creo en esto. Tiene que haber algo mejor.
-Vaya, es evidente que las cosas no han salido como usted esperaba
-No, desde luego. Hubo un PSOE que no apareció nunca en la lucha contra el Franquismo y que recogió frutos que no le correspondía De adalid de la democracia, ni mijita En todo caso, el PSOE ha servido para suavizar los movimientos sociales y sindicales, que se han acomodado plácidamente, que son estructuras de pacto, entidades organizativas Y te intentan convencer de que se ha acabado la lucha de clases. Mentira: el dinero del mundo es uno. Mira hacia África, y luego que vengan a contarte películas Aquí en el 75 no se acabó el tema. Empezó otro tipo de lucha, que nadie se equivoque.
-La mujer que habla ¿Qué tiene de usted?
-Toda novela de más de 200 páginas acaba siendo autobiográfica, porque uno termina hablando de lo que conoce Un novelista no es un mero contador de historias De ahí salen novelas mediocres. Un novelista es una mirada que analiza, que refleja el pensamiento del autor, y lo contextualiza en un marco que conoce. No se me ocurría enclavar la acción de una novela en Harlem, porque no sé como funciona aquello En cuanto a los personajes, son mezcla de muchas cosas: de gente con la que hablas, de invenciones, no nacen de un solo sitio. Y aún así, resultan relativamente simples, porque el hombre en sí es mucho más complicado que el personaje de cualquier novela, tiene muchas más puntas, más aristas... Construir un personaje, obviamente, es un acto de reduccionismo. Las noveles suelen ser cosas de gente buena y de gente mala: la sociedad, no. Nosotros somos mejores unas veces, y peores otras. Lo que está claro es que si yo tengo vivida una situación, para qué me la voy a inventar...
-Literariamente, ¿cómo ve la ciudad en este momento?
-Ésta es más tierra de poetas. En la actualidad hay gente que está haciendo cositas, como Juan Manuel Sainz, Reina, Carlos Jurado... Pero de una manera constante, aparte de Caballero Bonald, que escriban de una manera comprometida con la literatura, estamos Juan Bonilla y yo. Somos los dos únicos que podemos decir, hoy por hoy, que tenemos un cierto número de novelas publicadas. El panorama no es muy halagüeño, a qué negarlo.
-¿Con cuántos muros se va a encontrar mañana?
-Muros en la sociedad, hay demasiados. Hay muchos físicos, que no paran de crecer. Pero a ver cómo acabamos con los mentales.