Un presidente sordo al clamor popular deja sin puerta grande a Andy Cartagena
Actualizado: GuardarDos circunstancias en contra de Cartagena para no salir ayer por la Puerta Grande de Las Ventas. Por un lado, el pinchazo que se interpuso al rejón final en su primero y por otro la falta de sensibilidad del usía en el quinto al denegarle la oreja pedida por absoluta y ruidosa mayoría. Y es más, ganada en buena lid frente al toro. Presidentes así hacen daño a la Fiesta, poniéndose en contra del clamor de toda la plaza.
El caso es que Cartagena arriesgó mucho en su primero, toro cerrado constantemente en tablas, con el que tuvo que recurrir a los violines para clavar. Fue faena de corte heterodoxo pero muy sincera y vibrante. El público se divirtió, y solo faltó contundencia en la suerte suprema.
En el quinto se vivió la apoteosis, en los preparativos, al clavar y a la salida. Cartagena fue siempre de frente, se reunió al estribo, clavó en todo lo alto y salió toreando en la acepción más exacta del término, con galopes de costado, en los que en ocasiones llegó a atravesarse con el caballo a milímetros de la misma cara del toro. En éste hubo un solo rejón de castigo, dejándoselo crudo para banderillas, en las que destacó con los dobles quiebros y otra vez su acostumbrada sinfonía de violines. La muerte del toro, a la primera, fue espectacular. La petición del doble trofeo, por aclamación. El presidente se equivocó dando solo una oreja. La bronca al palco fue también de las que hacen época.
En circunstancias parecidas a Cartagena estuvo también Ventura, es decir, acariciando la salida a hombros. Castigó poco a su primer toro, con un solo rejón, y estuvo certero y limpio en el tercio de banderillas, en ocasiones buscando el aplauso fácil con balanceos fuera de la cara del toro y en galopes de alta velocidad y poco temple.
Pero el tendido lo aprobó todo. Cortó en éste la primera oreja de la tarde. Y pudo llevarse otro trofeo del sexto si llega a matar mejor. En esa segunda faena se prodigó mucho buscando el aplauso fácil con gestos y ademanes, hablando mucho con un enfervorizado público. Y como también hizo las suertes con suma limpieza, aquello hubiera sido de oreja si llega a matar bien.
A Rui Fernandes le tocó un primer toro distraído, sin chispa, pero con temple y buen tranco. La condición del astado, no obstante, fue de ponerse a la defensiva y así se llegó a ir de la suerte en el momento de la reunión en más de una ocasión.
Rui Fernandes cumplió una actuación desigual, tropezándose a veces, aliviándose otras, las menos también clavando arriba y al estribo. El cuarto fue el colmo de la pasividad, sin inmutarse mientras el jinete daba vueltas al su alrededor. Toro paradisimo con el que el portugués tuvo que pasar muchas veces en falso.