«Cuando comemos fuera llevo algo preparado para mi hija»
En casa de María Beato todos siguen una dieta especial desde que a la pequeña Lucía, de ocho años, le detectaron la enfermedad
Actualizado: GuardarEl otro día fue a la playa con una vecina y al volver me dijo que se había comido un dulce, me sorprendió, porque ella normalmente es muy responsable». Este gesto, habitual en una niña de ocho años, puede tener serias repercusiones para Lucía, una jerezana a la que se le diagnosticó la enfermedad celíaca cuando tenía ocho meses de vida.
Según asegura su madre, María Beato, la pequeña está acostumbrada a las restricciones de una dieta donde la mayoría de los alimentos preparados no tienen cabida y que la obliga a llevar su propia comida siempre que sale de casa. Sin embargo, a medida que va creciendo va tomando conciencia de su situación. «Ella me pregunta bastante que cuándo se le va a quitar y, aunque sé que es de por vida, tengo esperanza de que mejore», reconoce María.
Aunque el origen de esta patología es hereditario, de momento Lucía es la única celíaca de su familia, pero las limitaciones de su dieta han hecho que sus padres y su hermano mayor se hayan habituado también a comer productos sin gluten y a evitar los bares y restaurantes. «Llevamos bastante mal el comer fuera, a veces nos arriesgamos y pedimos algo a la plancha, pero no es seguro, así que normalmente suelo llevar algo preparado para ella», relata María.
Miedo inicial
La madre recuerda que cuando le detectaron la enfermedad pasó «mucho miedo» porque la niña pasó de pesar 9,5 kilos a 5 kilos en sólo un mes debido a las diarreas continuas. Su crecimiento se detuvo, pero poco a poco fue ganando peso y ya ha logrado alcanzar una estatura adecuada a su edad. En el futuro podrá llevar una vida normal siempre que se abstenga de ingerir productos que contengan la proteína prohibida.
María asegura que por ahora ha llevado el caso de Lucía «bastante bien» pero teme que llegue el momento en que la niña se revele contra ese estilo de vida: «Normalmente estos niños suelen tener recaídas a los 16 o 17 años, cuando empiezan a salir a la calle con los amigos y quieren tomar cerveza, comer pizzas o hamburguesas», porque las repercusiones en su organismo no se producen hasta pasado un tiempo.