El Oratorio. Templo teológico de la Nueva Creación
Actualizado: GuardarEl carisma apostólico de San Felipe Neri fue la alegría y el optimismo ante la realidad transformada bajo la acción de la gracia divina. Para conversar con alguien comenzaba preguntándole «que, ¿ya vamos siendo mejores?». La transformación a mejor fue el espíritu constructivo que infundió a su congregación y con el que iba ganando las almas para Dios. Eso explica que el templo que los filipenses levantaron en Cádiz fuera dedicado a María Inmaculada, representación de la inmunidad al pecado de la Humanidad e ideal ejemplar de la condición humana perfeccionada por la gracia y situada en el orden sobrenatural de la Nueva Creación, en el que todo se transfigura y rige por la presencia y el amor de Dios, que es Santo Espíritu recreador de todos los corazones. Por eso la Purísima es el espejo de santidad perfecta donde mirarnos para ser mejores. Y ese es el mensaje teológico que imprimieron a su templo.
Un templo para un cuadro: construido para la Inmaculada pintada por Murillo seis años antes (1682) de su edificación (1688-1719). Un templo que va a ser la gloria divina de María, por eso se construye elíptico, símbolo de la divinidad, como elíptica pintó Murillo su gloria angélica. Los oratorianos lo concibieron en sus detalles teológicos íntegramente en honor de la Purísima: lo advocan «Iglesia de la Purísima y de San Felipe Neri», está presidido por su lienzo en el altar mayor, y es todo un alarde teológico de excelsa calidad y altura (de ahí la extraordinaria importancia cultural-teológica que tiene), pues siglo y medio antes de la declaración de dogma de la Inmaculada (1854), insertan la doctrina inmaculista dentro de la teología mesiánica bíblica de Nueva Creación, presente en el Nuevo Testamento, especialmente en los escritos de sus más alto exponente, «el águila de Patmos», apóstol San Juan, autor del cuarto evangelio, de dos epístolas y del Apocalipsis. Por ello diseñan este templo lleno de de simbolismo, desde su cúpula trinitaria a su planta de siete capillas sacramentales, cada una de ellas con una alusión mariana, y le dan una ambientación corazonista espírita, pues la Nueva Creación radica en la Nueva Alianza divina en los corazones recreados por el Espíritu Santo que el Mesías Hijo de Dios, enviado del Padre, nos ha dado.
La teología bíblica de la Nueva Creación presenta la obra del Mesías, Hijo enviado del Padre como el anuncio inaugural y la donación del Espíritu Santo recreador de todo con su divina gracia, que es la presencia vital trinitaria de Dios transformadora de lo anteriormente creado y frustrado por el pecado de Adán. Con el Mesías, Nuevo Adán, se inaugura el universo nuevo. Culminada la redención del género humano por su pasión y muerte, Cristo resucitado da el don del Espíritu Santo a su Iglesia. La recreación eclesial espírita queda expresada en el amor de caridad (amar como Dios ama, amar con el corazón de Dios) y en los sietes sacramentos de la gracia divina recreadora.
Dentro de esta concepción, los filipenses hasta pusieron sobre el tornavoz del púlpito al séptimo ángel trompetero del Apocalipsis que anuncia (Apoc.11.15) el establecimiento del reinado de Dios y de su Cristo sobre el mundo recreado: El cielo nuevo, la tierra nueva y la Celeste Jerusalén Nueva, creados por Dios que desde su trono proclama «ahora creo el universo nuevo» (Apoc. 21,1-5).
¿Dónde está ese ángel, pieza imprescindible, como otras varias desaparecidas ilegalmente, en la simbología teológica perfectamente estructurada de este templo? El Oratorio se merece su restitución completa.
Coincidiendo con el malhadado proyecto desacralizador de este templo, importantísimo en todos los sentidos, han sido descubierto dos hechos admirables, sorpresas que deparan las cosas cuando se estudian en vez de tratarlas a la ligera.
La una es su valor cultural teológico-catequético, patente en su realidad física pero que estaba necesitado de interpretación, lo que hasta ahora no se había hecho ni nadie había escrito sobre ello. Ofrezco, pues, las primicias de un estudio que en su esencia ya presenté al Obispo y colaboradores, en el que explico pormenorizadamente el contenido simbólico teológico de su cúpula trinitaria y capillas sacramentales, para que nadie se llame a engaño sobre la importancia eclesial del Oratorio en sí mismo considerado. Los filipenses de hace tres siglos tienen el honor de haber levantado este admirable monumento teológico mariano.
La otra sorpresa ha venido de la exhaustiva investigación histórica episcopológica gaditana hecha por Francisco Conde Mora, que ha demostrado y publicado que el arzobispo de Laodicea que gestionó y convocó las Cortes es la misma persona que las trajo de la Isla al Oratorio: el Arzobispo-Obispo de Cádiz don Juan Acisclo Vera Delgado, que tiene, pues, el honor de haber entrado en la Historia Nacional y Universal por ello.
Así que no creo que su sucesor, Monseñor Antonio Ceballos, para celebrar el bicentenario de ese hecho gloria de su predecesor, se caiga con todo su equipo de gobierno queriendo pasar a la Historia por cargarse, desacralizándolo, lo que es el Oratorio eclesial, histórica y teológicamente, y lo que fue la presencia activa y positiva de la Iglesia nacional y de la Mitra gaditana en el hecho constitucional.
Desnaturalizar y destruir las cosas es muy fácil y está al alcance de cualquiera. Lo difícil ha sido crearlas. Un pueblo culto es el que sabe los motivos por los que debemos respetarlas con veneración. Este pueblo que el próximo viernes 26, día de San Felipe Neri, ante su Oratorio a las 9 de la noche, va a homenajear a la Inmaculada finalizando mayo, y va a manifestar su protesta contra la desacralización del templo.