Una tragedia griega sin sabor a Colombia
Actualizado: GuardarRosario Tijeras arranca con Unax Ugalde cubierto de sangre en una sala de urgencias. No está herido: lleva en brazos a la voluptuosa reina de los sicarios, que se desangra tras haber sido acribillada a balazos. En el duermevela de su agonía conoceremos su historia, que es la de Medellín a finales de los ochenta, cuando los narcos imponían su ley a sangre y fuego.
Todos beben los vientos por Rosario Tijeras (Flora Martínez, espectacular). El pijo Emilio (Manolo Cardona), prendado de ella desde que la vio contonearse en la discoteca, y su amigo Antonio (Unax Ugalde), que la ama en silencio. Entre Rosario y ellos media un abismo que el amor no puede franquear: su clase social. La bella pertenece a los barrios de chabolas y ha mamado violencia desde la cuna. Descerraja dos tiros a todo aquel que ose faltarle al respeto.
Rosario Tijeras no es Perdita Durango, el retrato en clave de cómic de otra diosa carnal y vengativa. Los colombianos han acudido en tromba a los cines para reconocer el dibujo de un país que lucha por borrar su imagen de polvorín sin ley. Y el director Emilio Maillé les proporciona una tragedia casi griega, con pasiones tan intensas como las de sus exportables culebrones.
Chico listo, Maillé ha mamado el mejor Brian de Palma. El precio del poder y Atrapado por su pasado inspiran los operísticos tiroteos de un filme lastrado para el espectador español por la ininteligibilidad de algunos parlamentos. La solución: subtítulos en ciertos momentos, como en otras cintas latinoamericanas.
Rituales fúnebres
Así, Rosario Tijeras se encuentra más cerca de un thriller de Luc Besson que de Arturo Ripstein. Sólo a mitad de metraje la cámara se abre al exterior y descubre con ánimo documental la idiosincrasia colombiana: las co-munas, los rituales fúnebres de los gángsters callejeros Hasta entonces, el director nos hurta el escenario razón de ser del filme.
Pese a los frecuentes e intensos flashbacks de una desdichada in-fancia, poco nos importa el destino de la protagonista. Jamás sentimos empatía por la letal, torturada Rosario Tijeras.