Un señor
Actualizado:A la larga, como todos sabemos, el recuerdo que se graba con mayor intensidad en las páginas de la historia de un Club de Fútbol, en las retinas de los buenos aficionados y, sobre todo, en los repliegues de las conciencias de la gente sana, es la imagen humana de los protagonistas. Las huellas más duraderas son las que dejan las actitudes nobles, los comportamientos coherentes y la seriedad profesional con los que los deportistas celebran los éxitos y asumen las derrotas. En estas situaciones se ponen de manifiesto el perfil humano, la calidad moral y la talla profesional de los auténticos deportistas.
Hemos de reconocer que, durante las dos temporadas que Víctor Espárrago ha dirigido a la plantilla amarilla, en sus relaciones con los futbolistas, con los directivos, con los informadores y con los aficionados, ha demostrado una singular capacidad para mantener la calma, para administrar sabiamente las palabras medidas, para colocar los silencios pautados, y sobre todo, para adoptar, con plena libertad y total responsabilidad, aquellas decisiones que, a su juicio, eran, técnicamente, las más acertadas. Consciente de su peculiar y difícil función en el engranaje de esta compleja y delicada empresa futbolística, ha desarrollado su arriesgada tarea con el rigor de un profesor, con la paciencia de un artesano y con la delicadeza de un artista. Pero, en estos momentos de despedida -agradecida y esperanzada- preferimos poner de manifiesto su discreción, su seriedad, su laboriosidad y, sobre todo, su profundo sentido de la responsabilidad.
En nuestra memoria guardaremos -como afirma Pablo-, mucho más que la alegría del ascenso o la decepción del descenso, esa lección de hidalguía, de saber estar- que, tanto en los gloriosos triunfos como en las amargas derrotas, nos ha dictado este ejemplar deportista, acreditado entrenador y, sobre todo, señor del fútbol. También nosotros lo despedimos con un cariñoso aplauso y con un cordial apretón de manos. Hasta siempre, estimado maestro, don Víctor.