Me quema la sangre
Actualizado:Menudos días llevamos! Primero fue el escándalo en el Calcio, después la denuncia de primas en Segunda y el pasado martes la operación antidopaje más importante del ciclismo español, con Manolo Saiz y Eufemiano Fuentes como grandes damnificados. Ahora todo el mundo se echa las manos a la cabeza, pero era algo que se veía venir. Y desde lejos. La corrupción en el mundo del deporte es como la infidelidad en las relaciones de pareja. No hace falta que se produzcan para que se cuestione la veracidad del asunto. Sólo hace falta un gesto inadecuado, unas palabras con doble sentido, y todo comenzará a desmoronarse. Que se lo digan al ex doctor de la ONCE y Kelme, que al final va a resultar que no era médico, sino mecánico, que no recetaba productos y aplicaba inyecciones a sus pacientes, sino que les suministraba las mejores bielas del mundo, como él mismo ha querido insinuar que hizo con Casero en la Vuelta de 2001.
Lo peor es que el mayor damnificado es el espectador, que observa atónito cómo se desmorona toda la credibilidad de lo que se presupone el noble mundo del deporte. El que se sienta en su sillón ante la televisión o lee los periódicos con afanosa inquietud cree profundamente en la realidad de lo que sucede en el campo de fútbol, en la pista de atletismo o en la cumbre del Alpe D'Huez. Por eso, lo peor que puede suceder es que, por algún motivo, el espectador comience a sospechar que todo lo que daba sentido a ese ritual pueda ser fingido, irreal, ficticio... una gran mentira. Lo peor que puede suceder es que el espectador pueda albergar la sospecha de que si el balón no entró no fue por un error comprensible del delantero, sino porque la lanzó premeditadamente fuera; que si Basso va líder en el Giro no es porque es el mejor ciclista del momento, sino porque está más dopado que ninguno y tiene el mejor médico. Si este sentimiento se generaliza, será la muerte de los valores más preciados del deporte.
Por eso, hay que tomar medidas drásticas. Erradicar de una vez por todas a todos esos personajillos a los que no les importa el deporte y que lo único que buscan es llenar sus bolsillos a costa de la salud de los deportistas y de las ilusiones de los aficionados. Si no se hace una limpieza profunda, una cura general, podría suceder que nadie cantara un gol la próxima temporada, que nadie vibrara con Valverde en el Tour de Francia. Podrían conseguir que me queme más la sangre.