OPINIÓN

Don Víctor Espárrago

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Se fue igual que llegó, es decir, sin hacer ruido. Sin decir una palabra más alta que otra. De su anterior etapa en el Cádiz, al ser yo nada más que un joven aficionado, no lo traté personalmente pero lo recuerdo como un hombre educado y afable. Y he tenido la inmensa suerte de conocerlo algo más en este regreso al equipo amarillo y reafirmarme sobre lo que pensaba de él. Aun recuerdo el abrazo que me dio en el Ayuntamiento antes de la presentación del Trofeo Carranza el verano pasado y se puso a mi disposición conocedor él de mi cambio de aires radiofónicos. Y estuvo presente, como hombre de palabra que es, en aquel primer programa de vida de Punto Radio.

Su exquisita educación le ha impedido decirle a alguno que otro más de una cosa que se merecían y con creces. Pero él mismo dijo que no le preocupaban las cosas que pudieran decir de él aquellos que no le conocían. Ahí queda eso. Es difícil mantener la educación, la clase y el señorío cuando a uno le atacan incluso llegando al insulto personal, pero Víctor Espárrago lo consigue. Con el mayor de mis respetos al nuevo entrenador que está por llegar, he de decir que desde el jueves pasado el banquillo del Cádiz tiene un poco de menos clase y educación. Se marcha de Carranza el zorro plateado, el Gentleman de los banquillos para regocijo de algunos que no ven más allá de sus guerras personales, importándoles bien poco lo que se lleven por delante. De ellos, usted me dijo Don Víctor, que se descalifican a sí mismos. Y en esa conversación que mantuvimos, antes de abandonar el estadio el jueves de la semana pasada, como digo, en esa conversación se lo hice saber de forma privada y ahora lo hago de forma pública. Mister, yo también le aprecio a usted, el sentimiento es recíproco. Y punto.