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VUELTA DE HOJA

El Ejemplo

MANUEL ALCÁNTARA/
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No. No son tiros lo que estamos oyendo. Que nadie piense, ni siquiera los más pesimistas, que son siempre los que tienen más probabilidades de acertar, que el «alto el fuego permanente» ha dejado de ser permanente para recuperar su ígnea condición. El ruido que estamos oyendo no es el de las parabellum, sino el de las ovaciones. Un estruendoso aplauso nacionalista suscitado por el ejemplo que acaba de dar al mundo Montenegro. Carod-Rovira confiesa que siente «sana envidia», cosa que nos congratula, ya que demuestra que tiene algo sano en su íntimo tejido orgánico, y Joseba Azcárraga confía en que más pronto o más tarde suceda lo mismo en su hermoso y ensangrentado ámbito. En cambio, el jefe de la Política Exterior de la UE, Javier Solana, no es de la misma opinión y en vez de hacer palmas por el resultado de la votación montenegrina, se hace cruces y asegura que comparar Montenegro con España es de «delirium tremens».

Estamos modificando los mapas escolares, que por cierto ya estaban anteriormente modificados. La cartografía se mueve y las señales de identidad varían, ya que como se sabe las fronteras son siempre cicatrices de la historia y conviene someterse a alguna que otra operación de cirugía estética. Los partidarios de la independencia han ganado por un exiguo margen de votos, pero los votos, como nadie ignora, se cuentan pero no se pasan. La democracia es una curiosa religión aritmética, pero el ser humano no ha encontrado aún ninguna creencia que la mejore. Los independentistas han triunfado por lo que en boxeo se llama una «decisión dividida». El puzzle yugoslavo continúa su proceso, pero lo que no parece muy sensato es proponerlo como un ejemplo a seguir. Más que nada porque aquí escasean los yugoslavos. Pero quizá seamos como aquel viejo, sabio y abstruso catedrático que al final de su lección decía: «Y ahora para confundir más voy a poner un ejemplo».