Independencia arriesgada
Actualizado:La decisión de los ciudadanos de Montenegro de votar favorablemente a la independencia va a tener en poco tiempo consecuencias muy importantes. De entrada, una decisión de este calibre que ha sido resuelta con un margen -55,4% frente a 44,6%- no excesivamente abrumador para la opción ganadora, augura difíciles acuerdos entre dos visiones nacionales radicalmente diferentes. Y es que Montenegro es un mini Estado poco viable por cuanto ni su peso demográfico, ni su maltrecha economía, son los mejores pilares sobre los que edificar el complejo edificio que requiere un Estado con mayúsculas. Más complicado aún si partimos de una notable ausencia de cultura política democrática.
Belgrado ya ha lamentado el resultado, pero igualmente se ha comprometido a aceptarlo como parte del acuerdo negociado con la UE hace tres años, cuando se acordó que un referéndum tendría lugar y posibilitaría la independencia si votaba más de la mitad de los montenegrinos y el sí obtenía al menos el 55 % de los sufragios. Las condiciones se han cumplido y Montenegro recupera ahora su independencia por un procedimiento al que legalmente tenía derecho porque la confederación a la que pertenecía preveía tal posibilidad en su Constitución. En términos nacionales el camino que ha decidido recorrer este pequeño Estado es una vuelta a la historia específica del viejo reino montenegrino: primero independiente y soberano, más tarde parte del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, para después serlo de lo que se conoció como Yugoslavia y, desde esta semana, independiente nuevamente.
Serbia y Montenegro estaban en los últimos tiempos más separados que juntos y, paradójicamente, quizás su separación formal les permita tener una visión más atemperada de los fuertes elementos de identidad que les son comunes y mejoren incluso sus relaciones. Pero la realidad actual es que con la decisión de los montenegrinos desaparece el último vestigio de lo que quedaba de la antigua Yugoslavia de Tito -a excepción de lo que pueda ocurrir con la provincia serbia de Kosovo- y aparecen en el horizonte nuevos y complejos retos.
La UE no ha actuado con demasiada inteligencia en este asunto y se ha limitado a exigir un 55% de votos a favor para reconocer la independencia, alentando la posición separatista, que ha visto un apoyo europeo implícito y una vía rápida para la ampliación en la Unión. Ahora, una vez superada la euforia independentista, los habitantes de Montenegro tendrán que encararse con una realidad que pasa por una economía que no genera un nivel suficiente de empleo ni garantiza los servicios básicos de sanidad y educación o con la posibilidad de que su entrada en la UE no sea tan fácil como algunos pretendían.