La denuncia política irrumpe en el 59º Festival de Cannes
Nanni Moretti y el español Manuel Huerga presentan sendas películas en las que hacen una lectura crítica de episodios de la historia reciente
Actualizado: GuardarDos historias que pretenden recuperar episodios históricos para construir sendas denuncias políticas coincidieron este lunes en el Festival de Cannes. El italiano Nanni Moretti presentó en competición El caimán, una sátira sobre el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi. El español Manuel Huerga llevó a la sección Un Certain Regard su película Salvador, la reconstrucción de los últimos meses de vida de Salvador Puig Antich, anarquista del Movimiento Ibérico de Liberación ejecutado a garrote vil en las postrimerías del franquismo.
Decepcionó El caimán. La denuncia que teje Nanni Moretti del omnipresente poder de Silvio Berlusconi cuando aún era el jefe del gobierno italiano fue acogida con tibios aplausos. La película es un puzzle demasiado autocomplaciente, en la que varias historias encajan de forma forzada. Un productor italiano de películas comerciales recibe un guión de una joven que retrata a un hombre que a partir de negocios de dudosa legalidad acumula poder, crea canales de televisión y compra periódicos. Entusiasmado por la historia, intenta poner en marcha la película sin darse cuenta de que es un trasunto de la carrera de Berlusconi. Cuando la guionista y futura directora se lo confiesa, le cierran todas las puertas.
La película no es una metáfora, es también la historia de Berlusconi, interpretado por diferentes actores, incluido el propio Moretti en la parte final. Silvio Orlando, Margherita Buy y Jasmine Trinca completan el reparto. Y la cinta incluye también, a través de imágenes de televisión, al auténtico Berlusconi en sus más controvertidas intervenciones en los parlamentos.
De izquierda
El caimán es una película urgente a la que el cambio de gobierno italiano le ha quitado fuerza. «Es una película de amor, un filme político y un homenaje al cine, pero sobre todo es una película sobre Italia», dijo Moretti tras la proyección de su filme en Cannes. «Hay muchas maneras de hacer política, pero un Berlusconi solo puede surgir en Italia, con las televisiones, los periódicos y el gobierno en manos de un mismo hombre, y pienso que la película no pierde actualidad con la llegada de Prodi porque se mantienen las circunstancias que colocaron a Berlusconi en el poder, nos hemos habituado a personajes y a situaciones verdaderamente increíbles para una democracia», añadió.
Moretti reconoció que, por primera vez, ha tenido que hacer la película sin las ayudas de la televisión: «No sé si he sido el director-símbolo de la izquierda; aunque mis películas muestran a veces a la izquierda, no lo busco», se excusó.
Mejor acogida que el italiano tuvo el finlandés Aki Kaurismaki, que presentó en competición Lights in the Dusk, historia fría y hermética en torno a un hombre solitario, vigilante de seguridad de un centro comercial, al que una mujer fatal le tiende una trampa que le llevará a la cárcel.
Con Janne Hyytiäinen y Maria Järvenhelmi al frente del reparto, Kaurismaki hace una película muy sobria, con escasos diálogos, para mostrar cómo la mujer engaña al hombre para facilitar un atraco y consigue además que el vigilante, enamorado de ella, sea acusado del delito. El público recompensó al filme, que eleva el flojo nivel medio que lleva la competición, con una calurosa ovación.
Vida y muerte
La mejor película del día hubo que buscarla en la sección Un Certain Regard. Salvador, protagonizada por el hispano-alemán Daniel Brühl (Goodbye Lenin), retrocede a la Barcelona de 1973, donde un joven idealista de clase acomodada, Salvador Puig Antich, crea con unos compañeros el Movimiento Ibérico de Liberación para oponerse al régimen franquista. En una encerrona de la Policía se produce un intercambio de disparos y muere un agente. Puig Antich es detenido.
La primera parte de la película es la reconstrucción de una época: en la cárcel, el joven le relata a su abogado (interpretado por Tristán Ulloa) los acontecimientos que le llevaron allí; en la segunda, tras la muerte de Carrero Blanco, aparece la denuncia de cómo el franquismo busca un chivo expiatorio y es condenado a muerte.
«La película surge como un encargo que asumo como propio», dijo su director Manuel Huerga. Es la segunda película del director, que estaba apartado del cine desde su debut con Antártida. «Las nuevas generaciones deben conocer esta realidad porque es importante mantener viva la memoria y el caso Puig Antich sigue abierto, es la denuncia de un asesinato legal y un alegato contra la discrepancia y contra la pena de muerte», indicó.
Para el cineasta, Puig Antich no fue independentista ni nacionalista, «era un anarquista que pensaba en otro tipo de mundo, como los jóvenes de los movimientos antiglobalización o antisistema de hoy».
La película es uno de los grandes títulos españoles para la próxima temporada y podría abrir el Festival de San Sebastián, según reconoció otro de sus protagonistas, Leonardo Sbaraglia.