El tercer puente
Actualizado:Nos asisten unos tiempos en los que todo tiene una rentabilidad política; todo ha de traducirse en votos, pues en caso contrario, no existe. Cuando no sólo la clase política, ya sea la gobernante o la de oposición, empresariado, proletarios, estudiantes y amas de casa nos convenzamos que la verdadera riqueza de la ciudad en que vivimos está más allá de los ladrillos, sólo entonces estaremos cimentando el verdadero futuro de nuestro porvenir.
Claro que ¿quién apuesta por el patrimonio inmaterial?; ¿por las voces de quiénes se fueron?; ¿por los testimonios orales de quiénes nos precedieron y nos distinguen de cualquier villa norteamericana? Hasta ahora, tal vez no hayan pillado la intención última de mis palabras. Lo que intento decir, y que cada uno recojamos lo nuestro, es que en la misma medida que nos preocupamos del impacto que tendrá el segundo puente, de dónde comenzará y donde terminará, de si podrá albergar tren o tranvía; de la restauración de muchas de las casas de los barrios antiguos; de dar lustre al antiguo teatro romano; de rehabilitar paseos marítimos... Nos preocupemos de quiénes hicieron grande este Cádiz.
De aquellos que con su arte y chispa la erigieron en la capital, no sólo más antigua de Occidente, sino en la capital mundial del ingenio, de la gracia, del compás y fueron capaces de injertar en las capas populares el rumor de las olas en forma de soleá o malagueña, para que la memoria colectiva no olvide sus verdaderas raíces. Y entre todos estos personajes, emerge de forma especial la figura rutilante de Enrique Jiménez El Mellizo, paradigma único en toda la historia del flamenco por su creatividad y por hacer cierto aquello de «elevar a arte supremo el lamento de la queja cotidiana».
Que la mayor parte de los actos para conmemorar los cien años de su fallecimiento hayan partido de un puñado de buenos aficionados, peñistas y artista de motu proprio, debe servir para el más profundo de los análisis.
La memoria de los pueblos y ciudades se sustentan en las aportaciones de sus hijos más ilustres. Y tan importante como el segundo puente Carranza bis, es este otro, el Mellizo, que nos conecta con la cultura gaditana del XIX en todo su esplendor. Hasta que no comprendamos esto, los atascos no sólo estarán sobre el asfalto, que los hay más graves.