La gran marcha
Actualizado:Unas 700.000 personas, en números redondos como panes de pueblo, se han manifestado contra el hambre en más de cien países. Bien sabe Dios que hubiera acudido a alguna de esas manifestaciones simultáneas, a pesar de que detesto reunirse con tantos desconocidos a la vez.
Quizá sea por la edad, pero me abruman los actos multitudinarios y siento las mismas ganas de participar en ellos como de dedicarme a excavar cuevas los domingos, como hacía un inolvidable profesor mío, o de pagarle la carrera a un seminarista, como hacía una tía mía ya completamente olvidada.
Las personas que se han reunido en más de 350 ciudades del mundo ancho y ajeno saben que el hambre es la mayor de las afrentas y quieren llamar la moderada atención de los Gobiernos para que cumplan sus promesas. Puestos a ofrecer, que siempre sale gratis, dijeron que erradicar la desnutrición no sólo es algo que está dentro de lo posible, sino que podía alcanzarse antes del año 2015. Quedan nueve y hay que hacer números para darse una idea de cuánta gente puede fallecer de inanición en ese tiempo, partiendo del dato de que cada cinco segundos muere un niño de hambre en algún lugar de este destartalado planeta.
Según la FAO (Organización para la Agricultura y la Alimentación) hubo un pequeño error de cálculo, quizá imputable al optimismo panglossiano. Tan noble finalidad, al ritmo al que se avanza, no se logrará hasta el 2150, fecha en la que podemos conjeturar, con muchas probabilidades de no equivocarnos, que a ninguno de los que ahora vivimos va a seguir remordiéndonos la conciencia. Ni a los manifestantes ni a aquellos a los que les importe un cuerno lo que está pasando en el cuerno de África.