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MILENIO

Sentido del ritmo

JUAN TEBA/
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Calculan algunos expertos (¿?) que el debate del próximo día 23 de toma de consideración en el Congreso sobre la reforma del Estatuto andaluz se alargará en torno a las doce horas. Qué menos, considerando que afectará a la vida de más de seis millones de personas.

¿Y qué sucederá en Andalucía tras su aprobación (prácticamente asegurada) o rechazo (casi imposible)? Pues no es descartable que en algunos lugares andaluces, en la línea actual de las celebraciones de las épicas futbolísticas, se formen caravanas de autos, más o menos numerosas, dejando sonar sus cláxones para celebrar la aprobación o el rechazo.

Porque considerando que hay un bloque de apoyo a la reforma, PSOE e IU), y otro de rechazo (PP, PA, y, en las últimas horas, los diez obispos andaluces) parece asegurado la algarabía de bocinazos monocordes entre ondear de banderas y otros reclamos, con independencia del resultado final de la votación en la Cámara nacional. En fin, todo muy de estos tiempos en los que ya nada se guarda en el arca familiar ni en los adentros de la persona, sino que se exterioriza para mayor gloria de lo instantáneo.

Una reforma estatutaria, por cierto, que en principio, y tras la bullanca que se organizó en torno al Estatut, parecía condenada a pasar desapercibida entre el bostezo generalizado de ese triángulo (Madrid, Cataluña y País Vasco) clásico de la España del poder financiero y político. Al respecto hay que ¿agradecer? incorporaciones valiosísimas de última hora a la controversia de reforma, como la del gran Rodríguez Ibarra, la ya reseñada de los obispos andaluces y, también, la toma de posición del Ejecutivo del poder político murciano. Estamos en el «candelabro», como dijo aquella bella muchacha de la vida rosa nacional.

Y a todo ello, el interés de los andaluces por su reforma estatutaria sigue aumentando sin grandes tirones pero, también, sin prisas y sin pausas. Y es natural, porque si algo puede lucir esta tierra con orgullo es su impecable sentido del ritmo, la administración sabia que hace de su paciencia, su majestuosa capacidad para discernir lo fundamental de lo importante y la majeza de la vulgaridad.