Publicidad negativa
Actualizado:El convulso y poco afortunado proceso de reforma estatutaria ha encontrado un colofón chirriante y desaforado que culmina y corona el desaguisado: el PSC, el partido más votado de Cataluña y actualmente al frente de la Generalitat, ha montado la campaña previa al referéndum de ratificación del nuevo Estatuto sobre un eslogan de publicidad negativa. «El PP utilizará tu 'no' contra Catalunya» es la mejor ocurrencia que han tenido los socialistas catalanes para instar a los ciudadanos a votar afirmativamente. No se trata de un error involuntario a consecuencia de la precipitación: Montilla ha defendido la idea y se ha sabido que Rodríguez Zapatero conocía de antemano el lema de sus correligionarios.
Es cierto que si bien todo el proceso de redacción del texto estatutario ha sido un grave despropósito, la postura del PP a lo largo de estos dos años ha estado a la altura de la sinrazón. Como ha recordado Montilla, quizá lo más sabroso del disparate popular ha sido la persistente tesis de que el Estatuto tenía la inspiración de ETA. Pero ni siquiera este desafuero verbal justifica que un partido catalán de gobierno, filial del partido mayoritario en el Estado, recurra a la bajeza de desacreditar falazmente al adversario para lograr un objetivo político.
Pero el asunto no se reduce a este rifirrafe político, después de todo vacío ideológicamente: el disparate perjudicará también al Estatuto, que no llega con prestigio sobrado a su contraste con las urnas. En efecto, después del delirante proceso de redacción y tramitación, el texto estatutario, totalmente desfigurado -para bien, obviamente- por el pacto Zapatero-Mas del 21 de enero, tendría al fin que ser explicado con cierto pormenor a la ciudadanía, que ya se ha perdido sin remedio en la imposible tarea hermenéutica de interpretar una norma que ha pasado por infinitas fases. Sólo así, tras esta interiorización colectiva, el voto del 18 de junio alcanzaría todo su sentido y produciría un verdadero efecto legitimador. Pero nadie parecer interesado en tal cosa: el referéndum se ha planteado como una especie de reválida política de las fuerzas presentes, que saldrán reforzadas o disminuidas del dictamen popular. Lo de menos es hoy la suerte del Estatut.
Esta politización efervescente, a las puertas de unas delicadas elecciones autonómicas en que la ciudadanía podría deparar sorpresas, es la que explica el error publicitario del PSC, la deriva cenagosa de un partido que no sabe cómo resolver su esquizofrenia interna. Porque el principal problema del socialismo catalán, hoy, es su alineación catalanista: con Maragall, el PSC ha salido claramente de su ámbito internacionalista, socialdemócrata, para adentrarse en esotéricos parajes nacionalistas, que lo han llevado a sustentar con su voto un proyecto inviable de Estatuto de Autonomía claramente soberanista, junto a ERC y a CiU.
Zapatero ya ha expresado claramente su opinión al respecto: Maragall no debe presentarse a las próximas elecciones. Pero semejante relevo, sin duda necesario, no debería imponerse por algún personalismo o por alguna frívola argumentación sino porque se ha llegado al convencimiento de que el PSC ha derivado peligrosamente hacia tesis incompatibles con la racionalidad democrática de un partido laico perteneciente al núcleo del demoliberalismo europeo.
La publicidad negativa del PSC-PSOE oculta, en fin, el vacío de las tesis positivas que ese partido no acaba de encontrar a la hora de defender un Estatuto que está hasta cierto punto en contradicción con sus esencias igualitarias, incompatibles a su vez con las teorías identitarias que están en la génesis de la propuesta estatutaria. Pero en todo caso el recurso al insulto es inaceptable y debe ser enfáticamente criticado.