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Con vuelo a ras del suelo

Una joven gaditana narra su experiencia con la cocaína, cuyo consumo se ha cuadruplicado entre los jóvene desde 1994

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Si se juegan a las estadísticas y se toma un grupo de 100 chavales entre 14 y 18 años, se verá que 65 beben alcohol habitualmente; 37 fuman tabaco; 25 toman cannabis y cuatro esnifan cocaína. Son datos de la última encuesta escolar del Plan Nacional sobre Drogas. Un sondeo bianual que trata de hurgar en las verdades y las mentiras del consumo de sustancias psicoadictivas entre chicos y chicas que aún no han llegado a la mayoría legal de edad y que refleja que se ha cuadruplicado desde 1994.

Ése fue el caso de María, quien desmenuzó pedazo a pedazo su experiencia al ras del suelo. «Empecé a los 14 años a fumar porros y de ahí pasé al alcohol y a la coca, pero ésta fue a los 18 años. Ahora tengo 20 y estoy en el Programa Joven de Proyecto Hombre. A lo primero era para pasar un buen rato por la noche, pero poco a poco el consumo se fue incrementando como vehículo para olvidar el día a día y las preocupaciones. Un medio para evadirse de todo. Sin embargo, el porro poco a poco no saciaba mis necesidades y necesitaba algo más. Por eso, pasé a la cocaína como lo hacían mis amistades. A lo primero era una cosa de fin de semana; pero pasó a ser algo habitual del devenir diario para llevar mejor la semana. Sólo dos veces en mi vida tomé heroína».

La historia es una de las muchas de los ingresados en el Programa Joven de Proyecto Hombre que para María tiene un final feliz al no haber caído en las redes de la heroína sabiendo rectificar a tiempo para empezar una vida sin drogas. «Hace siete meses la desesperación me llevó al programa. Mis padres sabían que algo pasaba ya que teníamos muchas discusiones y mi comportamiento no era el de siempre. Estaba todo el día enfadada. Entonces un día dije a mis padres la verdad para acabar con mi agonía. Es cuando les pedí ayuda. Dieron el salto y preguntaron en Proyecto Hombre y hoy ya me encuentro en la segunda fase».

Un programa lleno de normas y obligaciones que con el tiempo disminuyen. Se les prohíbe tener contacto con personas consumidoras. No pueden hacer uso de internet ni del teléfono móvil. Deben estar siempre acompañados por alguien. Si salen deben estar de vuelta a las diez de la noche. Esfuerzo que merece la pena.

«Ahora puedo pensar más con más frialdad que lo hecho fue una tontería. Las drogas no son la solución para evadirse del mundo y para que los demás acepten a uno porque lo único que ocasionan son problemas. Si pudiera hoy haría borrón y cuenta nueva. He aprendido a quererme», aclara quien estuvo al ras del suelo.