El Estado, el bienestar y el malestar
Actualizado: GuardarLos periódicos más importantes del mundo se sorprendían ayer de la enorme liquidez de las economías empresariales y pronosticaban un verano muy movido, con opas, fusiones y adquisiciones que pondrán los pelos de punta a medio mundo. Porque quien más y quien menos está tratando de ahorrar para la vejez a través de los fondos de pensiones ya que el Estado del Bienestar, tal como está, no puede sostenerse a largo plazo. No hace falta ser un neoliberal compulsivo para darse cuenta de que Saturno devora a sus hijos, los Estados engullen sus propias obras, y aún nadie ha inventado el sistema capaz de hacer frente a necesidades ilimitadas ¯en pensiones, salud, medicamentos, cobertura de paro¯ con recursos limitados, ni se conoce una Administración que no genere más gastos que los que puede financiar con sus ingresos pese a la contabilidad creativa.
Cuando los políticos creen que su misión consiste en asegurar el bienestar futuro de sus votantes, hay que echarse a temblar. Las crisis económicas, las imprevisiones financieras y la longevidad darán en al traste con el Welfare State en pocos años. Hasta el punto de que ya resulta inevitable replantearse la dimensión del propio Estado para corregir sus excesos, rediseñar competencias y privatizar no sólo alguna de sus actividades empresariales, como ha ocurrido en los últimos años en toda Europa, sino también privatizar muchas de sus funciones. Eso vale también para esa especie de supraestado saturnino que es la Unión Europea, que ayer, con media Europa en crisis, aprobó su presupuesto para 2007-2013, que asciende a 864.400 millones de euros. Eso sí que es liquidez. A ver, señor de Vigny, diga usted otra vez aquello de que «el Gobierno menos malo es aquel que hace menos ostentación, crea menos problemas y resulta menos caro». Porque son unos 26 céntimos de euro al día por cada europeo durante los próximos siete años, dinero que no se va a destinar precisamente al bienestar de los europeos.