Surrealismo a la italiana
Actualizado: GuardarEn Italia manda la mujer. O eso se desprende del hecho de que Prodi sólo haya incluido seis hembras entre sus veinticinco ministros. No hay problemas de paridad y el color rojo debe estar más cerca las banderas que de la falda tubo. No es terreno de labranza éste para Prodi, el cura que lidera a los 'rojos' en la bota italiana. Hay aroma rancio a los días que conmovieron al mundo, a linaje comunista, que siempre ha puesto más acento en la bandera que en el sostén. Y la tensión y la hembra eran el milagro que con sus grotescas hechuras machistas se les daba por añadidura. En uno de mis viajes a la Unión Soviética, me miraban los rusos desconfiados, sobre todo en el Norte, al constatar que muchas mujeres entendían mi idioma. «Creen -me dijo un querido colega ahora fallecido, que conocía bien a las mujeres- que sus hembras han aprendido el italiano en la cama». Yo supuse, desde mi desinformación más absoluta en lo que a mujeres respecta, que aquel era otro pensamiento machista y que en todo caso el recelo era absurdo por cuanto yo no era italiano ni representaba peligro alguno como competidor. El compromiso ideológico en Italia lo da la raza y la seducción los cantantes de cruceros que propagan música de ascensor. Una música más de derecha que de izquierda, como ya demostrara Berlusconi. Salvo en la revolución cubana, donde sentaban en los extremos de los ascensores fantásticas obesas para evitar que aquello fuese Jauja.
No sé si Prodi ha estado bien o mal, sé que ha estado en su papel de reverendo y estoy convencido que en Italia nadie le va a demandar por ello. Ha creado veinticinco ministerios para gustar a la vorágine de partidos, grupos marginales y guardias vaticanos que apoyan al nuevo y variopinto Ejecutivo. Una mezcla de historia de gladiadores, leones y cristianos vuelta y vuelta debieron fortalecer la raza con menús pintorescos, porque el susto por vivir al borde del abismo no ha podido con la gerontocracia política. La novia de Tutankamon podría pertenecer al liderazgo sin llamar la atención. El Gobierno, salvo el lustre de figuras históricas como Rutelli o D'Alema, está hecho con pegatinas. Y las mesas petitorias daban la vuelta al Quirinal. Así que los italianos deberán acojerse al refrán de año de nieves año de bienes, para no caer en depresión. Ya dijo Kafka que no vivimos en un mundo destruido, sino en un mundo desquiciado y otro ilustre pensador que lo difícil no era vivir sino encontrar aparcamiento. Se trata, no más, de ir acostumbrándose al zumbido de las moscas cojoneras. Berlusconi o Aznar redivivos ganadores morales de unas elecciones, con la moral del Alcoyano.
Prescindir de la mujeres puede no ser un acto de progresía sino de reconocimiento y perseverante convicción de que en los regímenes gerontocráticos, donde la media de edad se establece por encima de los ochenta, la cualidad del macho se reduce a un esfuerzo por envejecer, frente a la Sofía Loren. De ahí su discriminación positiva. Los italianos no discuten su prevalencia, porque tienen meridianamente claro que son las que mandan. Iniciar la nueva sesión del circo Italiano sólo significa en Italia que la vida sigue. No se abren las taquillas para abrumar con un nuevo espectáculo, sólo asombra que la tragedia de la vida parezca una broma. Pero aplicar la lógica sería como renunciar a Fellini o a Maquiavelo.