'El poeta es un pequeño dios'
Actualizado: GuardarEso decía Vicente Huidobro, poeta chileno precursor del movimiento creacionista. Él entendía que «crear un poema es como crear un árbol», e instaba a los poetas del mundo a hacer florecer la rosa en sus versos.
Hoy, dicen, la poesía no tiene sitio. Pasó su momento. No se vende, no se la estima, no levanta pasiones. El público, dicen, no tiene interés por ella, prefiere artes más fácilmente consumibles: músicas que desecha en cada temporada, cine de trama sencilla Huye de las complicaciones.
Por eso quiero romper cada semana en esta columna una lanza por mi dama la Poesía. Quiero seguir creyendo en ella y en su poder, que nos hace pequeños dioses. Cada miércoles comienzo mis palabras con un verso, ya se habrán ido fijando. Es una dosis exigua, menos aún, diminuta, pero, ¿quién sabe? Confío en el poder de esta medicina y en su capacidad de adicción. Decir un verso (leerlo también) es cifrar una especie de conjuro de inimaginables poderes. Uno encuentra de repente un verso que le atañe, y la existencia entera (no exagero) se aclara; esa explicación que se había estado buscando tanto tiempo, se revela, repentina y fúlgida; esa pregunta que nos inquietaba halla una respuesta posible.
Yo también concibo, como Huidobro, al poeta como un pequeño dios, pero no solamente porque sea capaz de crear el mundo, o de recuperarlo, con palabras, sino también -y sobre todo- porque puede mostrarlo a los demás. Confieso que he descubierto las mejores cosas de la vida a través de los ojos de otros. El amor, la amistad, la solidaridad, la pasión, antes de que se hicieran presentes en mi vida, los leí en los poetas. Ellos me dieron la alternativa vital. Y no sólo eso: me hicieron ver los países que luego vi (y los que aún no he podido ver), y oír a las personas que ya no conoceré, y surcar todos los mares. En este rincón de los miércoles, si ustedes me lo permiten, vendré humildemente a depositar un verso de agradecimiento. Un verso declaradamente enamorado. Un verso, siempre prestado o robado, que me dé el hilo y el tono de la conversación. Si hay una sola persona que se aliste a las filas de los seguidores, admiradores o merodeadores de la poesía por culpa de esta insistencia mía, habré cumplido con creces mi afán.