Editorial

Ineficacia turística

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LA visita de los 3.300 pasajeros del crucero de lujo Voyager of the Seas destapó ayer una alarmante falta de previsión del área de Turismo del Ayuntamiento de Cádiz, que tiene difícil explicación y mucha menos justificación. Los cruceristas llegaron al muelle y sólo se encontraron con la oficina del Patronato de Turismo incapaz de atender tal avalancha de visitantes ávidos de información. Tras un inhóspito paseo hacia la Plaza de España, un redactor del periódico pudo comprobar cómo los turistas buscaban desorientados alguna información sin encontrar colaboración alguna y en muchos casos ni siquiera alguien que hablara inglés. Es evidente que la promoción turística más eficaz en esta industria es el boca a boca y, tras lo ocurrido ayer, Cádiz tiene varios miles de viajeros descontentos y en algunos casos disgustados, sin contar a aquellos que se sintieron engañados al comprobar que Cádiz no es el puerto de Sevilla, como les vendieron en origen. Es difícil comprender que una ciudad que promueve su valor como enclave cultural y destino turístico desprecie de tal forma la llegada de 3.300 visitantes, más aún cuando estas escalas se conocen con el tiempo suficiente como para organizar una bienvenida acorde con una ciudad que se presume turística. No es la primera vez que otras ciudades organizan recibimientos con espectáculos del folclore local, rutas turísticas, visitas culturales e incluso agasajan a los invitados con recuerdos e información de la ciudad. Y todo ello con un doble objetivo: convertirlos en embajadores de la ciudad y facilitar que en su corta visita -en esta ocasión fueron siete horas- se diviertan, degusten la cocina local, compren regalos y recuerdos y, en definitiva, gasten su dinero en el comercio de la ciudad. Y es que el gasto medio de un crucerista asciende a unos 65 euros por visita, lo que suma casi 200.000 euros en el caso del Voyager of the Seas. Estos dos argumentos tienen el suficiente peso para que el área de turismo del Ayuntamiento de Cádiz hubiera planificado la asistencia a unos turistas que ayer deambulaban por las calles topándose con la mayoría de los comercios cerrados al mediodía y preguntando cómo se podía ir a El Corte Inglés. Sólo las dos líneas de autobuses turísticos se movilizaron para captar a sus clientes e hicieron el agosto en mayo. El Ayuntamiento debería explicar cuál es su política turística y las razones de este despropósito. Es preciso exigir eficacia en la gestión, porque no sólo basta con propaganda y vallas publicitarias para construir el futuro de una ciudad cada vez más dependiente del turismo.