SUSTO. Miguel Ángel Perera sufrió una espeluznante voltereta cuando toreaba con la muleta a su primer toro.
SEXTA DE LA FERIA DE SAN ISIDRO

Chasco en el debut

La primera corrida de la ganadería de Fuente Ymbro lidiada en San Isidro no dio el juego esperado

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Era la primera vez que Ricardo Gallardo lidiaba en San Isidro y en las Ventas corrida de toros completa. Salió el tiro por la culata. El lote de El Juli fue epítome de tanta desigualdad: terciado, aleonado por corto de manos y rechoncho el segundo, que no tuvo más cara que la imprescindible para el compromiso; destartalado, basto, zancudo, desmadejado y feamente armado el quinto. Un tercero rizado, serio, largo, ancho, no demasiado alto de cruz, buen volumen pero proporcionado. Y un sexto recortado, el de menos cuajo, de finos cuello y cabos, ensilladito, armado pero abrochado. El cuarto estaba bastante mal hecho. El primero, atacado, no tuvo elasticidad: no fue cuestión de kilos sino de estructura. A pesar de estar bien armada, no estaba la corrida rematada.

A esas dispares hechuras correspondió juego dispar. Pero sólo para elegir por abajo. De mala nota fueron cinco de los seis. El primero pareció toro poco más que potable: justas fuerzas, perezoso empuje, la cara a media altura, trallazos de protesta cuando hubo que trabajar, una enterrada de pitones de manso estilo y dos o tres claudicaciones que lo mismo o peor. De rayas afuera le costó emplearse. Finito lo castigó de salida y luego no se animó a bajarle la mano. La faena, segura y ligera, no dijo nada; el toro, muy poco. Y, sin embargo, acabó siendo el toro de cuadro de honor de la corrida. Mal negocio.

En los medios

El Juli asomó serio y resuelto, según costumbre, y no consintió ni una carrera de más al primero de su lote. Corrió con la lidia, quitó él mismo del caballo el toro y fue quien primero midió su condición: escarbador, el toro se blandeó en el caballo, salió claudicando y abriéndose. La querencia del toro era en realidad de huida y en banderillas se fue hasta tres veces. Hubo que decidir si torear en esa querencia perdida o en los medios, y El Juli optó por los medios. Sólo un tanteo por delante en la línea secante de las dos rayas y El Juli en los medios, encajado ya y citando al toque en regular distancia. Tres tandas secas de cuatro ligadas con la derecha y rematadas con el cambiado pegó El Juli al toro, que se distraía mucho, que no rompió para adelante y que avisaba con plantarse y negarse.

Nones. Cantó la gallina el toro, que al fin buscó las tablas. Sin sorpresa. Los enemigos íntimos de El Juli se emplearon sin saña porque el primer reventador fue en realidad el toro de Fuente Ymbro. Visto el toro antes del final, El Juli no le vio en cambio la muerte. Tres pinchazos, media, un descabello.

El asunto mayor de la corrida era El Juli, naturalmente, pero la entrada en el cartel de torero nuevo y de paso firme como Perera motivaba lo suyo. Perera conoce la ganadería, dicen, mejor que el propio ganadero. Mayor sería el chasco para él. No galopó ninguno, salvo el sexto y se cansó enseguida. Ninguno salvo el primero tuvo la fijeza mínima. Y no sólo no rompió para adelante ningún toro sino que hasta dos de ellos se rajaron sin disimulo. El primero de El Juli y el tercero de corrida, que se llevó por delante a Perera en un cite con la izquierda en los medios, que fue exceso de descaro y confianza. Monumental voltereta y la fortuna increíble de que el pitón se deslizó por el forro milagroso de la taleguilla. Repuesto de la paliza, Perera cobró una estocada excelente.

El feo cuarto sacó genio en el caballo, lo molieron en varas y se frenó en la muleta punteando y ya desangrado. Finito abrevió con ambiente de gresca. El gigantón quinto tomó la capa sin ritmo pero con ganas. A los medios volvió a salirse El Juli de muleta tras sólo dos caricias por delante. El toro se violentó. Al cuarto muletazos tiró gañafón defensivo. No hizo más que eso, defenderse, pero con pésimo estilo: punteando, metiéndose por debajo, buscando, derrotando con violencia, revolviéndose de celoso cuando El Juli lo engañó. Y así acabó el gesto de El Juli de matar en San Isidro la de Fuente Ymbro. Con todo el pescado vendido, salió el más chico de la corrida, se fundió en cuatro carreras, resultó todavía más mirón que los demás, desarmó a Perera en una tarascada y pidió la hora como casi todos. Fue un chasco inmenso.