ola de violencia

Las autoridades brasileñas aseguran tener bajo control las rebeliones en las cárceles

La ofensiva lanzada por organizaciones criminales en Sao Paulo ha dejado 115 muertos en Sao Paulo, el estado más rico y poblado de Brasil

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El gobierno de Sao Paulo ha anunciado hoy que ya retomó el control en las 73 cárceles en las que los presos se amotinaron en los últimos tres días para protestar por el traslado a presidios de máxima seguridad de jefes de una mafia carcelaria.

Autoridades de Mato Grosso do Sul y Paraná han informado igualmente de que también han terminado las rebeliones que habían comenzado el domingo en diez cárceles de esos estados vecinos de Sao Paulo.

Las rebeliones simultáneas formaron parte de la ofensiva lanzada por organizaciones criminales en Sao Paulo que desde el viernes pasado dejó 81 muertos en el estado más rico y poblado de Brasil, entre ellos 39 agentes de cuerpos policiales.

El gobernador de Sao Paulo, Claudio Lembo, ha informado hoy de que las autoridades supieron anticipadamente de los planes de los reclusos para realizar rebeliones simultáneas en parte de los 174 centros carcelarios de ese estado y que las medidas preventivas adoptadas impidieron problemas más graves en los presidios.

Hasta ahora sólo hay informaciones oficiales de un muerto en Mato Grosso do Sul, pero la policía pretende realizar el martes una inspección más detallada en las cárceles de Corumbá, Tres Lagoas, Campo Grande y Dourados para determinar los daños, el número de víctimas y las posibles fugas.

La gobernación del estado de Paraná ha informado de que los motines en las ciudades de Assis Chateaubriand, Toledo y Cascavel fueron controlados el propio domingo, en tanto que las rebeliones en Umuarama, Campo Mourao y Foz de Iguazú han acabado hoy, y que sólo hay informaciones de una persona herida.

115 muertos en la ola de violencia en Sao Paulo

La ola de violencia desatada por el crimen organizado en Sao Paulo en los últimos cuatro días ha dejado 115 muertos y 53 heridos, informaron hoy las autoridades. Los primeros ataques, de un total de 251, se registraron el viernes por la noche como una represalia de la mafia de reclusos Primer Comando de la Capital (PCC) por el traslado a prisiones de máxima seguridad de 765 presos, entre ellos los cabecillas de la banda.

Entre las víctimas fatales hay 40 miembros de los organismos de seguridad, de los cuales 23 son policías militares, seis policías civiles, tres agentes de la Guardia Civil Metropolitana y ocho carceleros, además de cuatro civiles, según la Secretaría de Seguridad Pública paulista. Las otras 71 eran criminales que murieron en los enfrentamientos con la policía.

Rebeliones tras las de Sao Paulo

El gobernador de Paraná, Roberto Requiao, ha asegurado que los presos de esas cárceles aprovecharon la inestabilidad generada por las rebeliones en Sao Paulo para amotinarse y presentar sus propias reivindicaciones. El gobernador ha negado que existiese alguna relación entre la banda criminal que organizó los motines en Sao Paulo y las rebeliones de Paraná.

Para el gobernador de Sao Paulo, pese a que la policía supo actuar con firmeza para controlar las protestas en las cárceles, no supo dimensionar el alcance de los ataques a comisarías y vehículos policiales, así como a autobuses y agencias bancarias, ordenados por los criminales desde los presidios.

La Secretaría de Seguridad Pública de Sao Paulo atribuye los 180 ataques de los últimos días al Primer Comando de la Capital (PCC), una mafia de presos que controla decenas de cárceles de Sao Paulo y que ya había dado una demostración de fuerza en febrero de 2001 cuando organizó rebeliones simultáneas en 29 prisiones.

Las autoridades consideran que los ataques fueron una represalia del PCC por el traslado, el pasado jueves, de 765 reclusos, entre ellos los cabecillas de la banda, para presidios de máxima seguridad.

Según el comandante de la Policía Militar, Eliseu Eclair, las operaciones de combate a los criminales permitieron a las autoridades dar muerte a 38 delincuentes, arrestar a 91 e incautarse de un centenar de armas.

Los agresores, que dejaron 49 heridos, quemaron cerca de 80 autobuses y atacaron trece sucursales bancarias en una ofensiva que generó pánico entre los habitantes de la mayor ciudad brasileña y llevó a escuelas, comercios y empresas a cerrar sus puertas.