Artículos

Aún queda mucho que decir de Maragall

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Aquí, te sales de lo políticamente correcto, de la estricta narración de los hechos, y te cae un sambenito de anticatalán, antisocialista, antiPP, anticualquiercosa, o, en términos contrarios, procualquiercosa. Pero, claro, ¿qué hay que decir sobre lo que ocurre en Cataluña sin correr cualquiera de los riesgos antedichos? ¿Cómo es posible que en la política catalana, vade retro, ocurra lo que está ocurriendo y los medios, sobre todo los catalanes, no se lancen a la yugular de los responsables de tanto desmán, de tanta locura? Porque la tercera remodelación ministerial de Pasqual Maragall, que hace pocos días nombraba al polémico Vendrell (ERC) como miembro de su Govern y ayer lo destituía, ha resultado la última broma de una Legislatura que, desde noviembre de 2003, no ha producido otra cosa que contradicciones, escándalos, absurdos y un Estatut que está siendo fruto de controversia, en lugar de factor de unidad.

Hay un primer responsable de esta situación: Pasqual Maragall, el president de la Generalitat que ha llevado la política catalana en estos dos años y medio de Legislatura por los caminos de la incongruencia más completa, de la mano de unos extrañísimos compañeros de cama, como Esquerra. Luego están los propios responsables de ERC, empeñados siempre en sacar adelante su programa de máximos con una coalición que no iba a permitírselo. Y, claro, Zapatero, que apoyó a Maragall para que alcanzase el sillón de la Generalitat. Era la manera de ZP de agradecer que Maragall se hubiese colocado a su lado en el congreso del PSOE que le ganó al antinacionalista José Bono.

Ahora, todo aquel entramado se hunde. Maragall se ha desembarazado de ERC, ha hablado de elecciones anticipadas (tras la celebración del referéndum sobre el Estatut en Cataluña) y nada ha dicho acerca de su permanencia como candidato. Pero desde aquí les podemos adelantar que no estará como cabeza de lista del PSC en las próximas elecciones catalanas. Zapatero ya se ha encargado, tiempo ha, de pactarlo todo con Artur Mas, el próximo presidente de la Generalitat: lo será en coalición con los socialistas catalanes y quién sabe si teniendo a Castells o al propio Montilla como conseller en cap. Esa figura que ahora Maragall ha querido amortizar, para evitar tensiones o quizá rivales: a ver cómo consigue llegar hasta el referéndum de junio, o hasta las elecciones autonómicas. A trompicones. Porque resulta que Maragall es el único que quiere que el propio Maragall se presente como candidato al sillón en la Generalitat.

Así que aún nos queda bastante por oír de Pasqual Maragall. Las espadas, desenvainadas, aún no se han cruzado públicamente entre La Moncloa y la Generalitat. Pero todo habrá de llegar. Zapatero no ha logrado la cuadratura del círculo: era imposible que ERC aceptase el pacto subterráneo con CiU, como era imposible que Maragall se sometiese sumisamente a lo que desde Moncloa le mandasen. Y, mientras, el referéndum del texto del Estatut, el 18 de junio, del que en estas horas estamos ya escuchando algunas previsiones demoscópicas. ¿Se irá Maragall a la hornacina que le ofrecen de manera pacífica? Personalmente, y dadas sus características, no lo creo; no se considera un prejubilado. Atención, porque Maragall, si todo saliese mal, como algunos pronostican ya en La Moncloa, se puede convertir en el peor enemigo del, por lo demás, triunfante Zapatero: va a acusarlo de que lo engañó. Y no será el único.