San Felipe
Actualizado: GuardarEstá claro de lo que tocaba escribir hoy en nuestra columna. ¿Cualquiera se resiste a escribir del Oratorio con la que está cayendo! Parece como si se hubiera tocado el cornetín de órdenes y conocidos y significados articulistas hubieran acudido a aportar sus argumentos, claro está, a favor de la desacralización.
Pobre de aquél que le haya cogido en la orilla de enfrente, y opine en contra del cambio de dueño de este histórico edificio. De la noche a la mañana se habrá dado cuenta de que es un retrógrado, miembro de la facción más conservadora de la iglesia, que además nunca ha hecho nada por los demás, pero mucho menos por los más desfavorecidos.
Verá que le ha caído encima toda la palabrería al uso que algunos gustan gastarse en circunstancias parecidas a éstas. Pero hombre. ¿A quién se le ocurre pensar por sí mismo? Primero hay que esperar a conocer por donde respira los que están en el poder y luego... pues eso, luego ya puede usted opinar sin riesgo.
Desde estas líneas ya nos posicionamos sobre este asunto. ¿Para qué les voy a engañar? Pertenezco a esa rara especie que piensa que el Oratorio debe quedarse como está. Pienso que con buena voluntad por las partes, perfectamente se puede localizar en San Felipe el Centro de Estudios Constitucionales sin que el edifico deje de ser recinto sagrado.
Para mantener el culto, no hace falta muchas más dependencias que una sacristía y poco más, además del propio Oratorio y digo yo que para llevar a cabo la iniciativa de la Junta, no necesitarán utilizar constantemente el templo. Éste será habilitado como un auditorio, pero sin modificar en exceso su fisonomía, porque si no es así el atentado está servido.