Paraísos en peligro
Actualizado: GuardarRocas, acantilados y vegetación autóctona se entremezclan con coches, carreteras secundarias asfaltadas y síntomas evidentes del desarrollo inmobiliario y turístico de zonas a las que hasta ahora sólo accedían los lugareños.
El litoral de Chiclana, Roche, Conil, Barbate, Caños de Meca, Tarifa, Bolonia, El Puerto o Rota sufre en estos últimos años los efectos de que la provincia esté de moda. Sin ir más lejos, pequeñas calas, ensenadas o recovecos prácticamente inexpugnables de la costa gaditana como la Cala del Aceite en Roche, La Fontanilla en Conil o Punta Candor en Rota que eran los últimos refugios de nudistas hace años, soportan cualquier jornada del estío la presión de cientos de sombrillas, veraneantes y turistas que ven en ellas su particular paraíso. En ese mismo saco que amenaza la costa gaditana entra también la fuerte presión urbanística que soportan estas zonas y que facilita que imponentes construcciones a prueba de ingeniería y leyes físicas se sitúen prácticamente encima del mar en uno de los acantilados más bellos del sur de España (en las inmediaciones de Roche). O los años de presión al medio con procesos de desertización, arranque de especies arbóreas, construcción de paseos marítimos o complejos residenciales a escasos metros del mar.
Sea como fuere, el litoral gaditano se defiende de estas agresiones externas y algunos ayuntamientos como Conil o Barbate parecen decididos a ejecutar un modelo de desarrollo aún más sostenible que el que se ha impuesto en otros municipios como Chiclana o El Puerto.
Habrá que ver si, llegada la pleamar, el insaciable Atlántico se traga (de forma natural pero ayudado de manera ostensible por el hombre) los últimos metros de arena disponible en buena parte de las playas de la provincia; de hecho, muchas de ellas se han visto obligadas a recibir una inyección extra de arena para regenerarse. Los últimos casos son La Barrosa o El Aculadero en El Puerto.