Dignidad y mediocridad
Actualizado:Una dignidad enorme, ¿quién podría ponerlo en duda?, la que mostraron el diestro José Mari Manzanares y el futbolista Zidane. Ambos, entre los mejores del mundo en lo suyo. Sorpresivo el adiós de ambos, ya que ambos podrían haber estado algun tiempo mas agasajándonos con su arte, el uno en los toros, el otro en el fútbol. Se van por la puerta grande. Desde aquí, mi aplauso y, creo, el de todos. ¿Por qué esto no sucede más a menudo y con otros que se han tomado por suyos los destinos de otros?, ¿por qué se enferman del bombo y el boato y se creen que lo de excelentísimo va por ellos?, ¿por qué se atragantan de poder y se convierten, o al menos lo pretenden, en el Mesías de nosotros, el pueblo, el que al fin y al cabo paga sus salarios? Recientemente hemos visto caer en las urnas por la voluntad popular a Berlusconi, quien con todo se ha mostrado reacio a dejar el cargo. Por años hemos esperado que Fidel Castro haga lo propio. Qué diferente hubiera sido la historia si Castro hubiere marchado a tiempo y en forma; hoy, incluso quienes le admiramos algún día, ya soñamos con que se marche en un último gesto que le devolviera algo de lo que tuvo. Y a propósito de sueños, nos hemos despertado de esa borrachera de estar en Primera, con un patético Cádiz, del cual, cuando ascendió, muchos se adjudicaron el mérito, ¿verdad Teófila?, ¿verdad Muñoz? A su sombra muchos aprendieron a vernos por encima del hombro. ¿Sabía usted que los precios, mientras esto duró, en el estadio Carranza, se cuentan entre los más caros del mundo para ver tales espectáculos? Vamos, ni en Estados Unidos para ver el béisbol o el fútbol hay que pagar tanto, y siempre ponen algún otro ingrediente como espectáculo. Pero lo interesante ahora será ver quién dice: «Yo, yo he tenido parte de la culpa». ¿Teófila?, ¿Muñoz?
Estoy seguro de que los culpables seremos quienes, llenando los estadios, hemos llenado sus bolsillos, y seguramente tendrán razón
J. Antonio Suárez Aristegui. Cádiz