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Editorial

La decisión de Sarkozy

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El actual ministro del Interior francés, Nicolas Sarkozy, decidía ayer no abandonar el Gobierno galo para concentrarse mejor en su carrera hacia la presidencia de cara a los comicios del año que viene. El popular ministro, que evita con su continuidad una grave crisis de Gabinete, ha basado su decisión en que su complicada situación personal -ha sido objeto de una manipulación para implicarle como presunto titular de una cuenta secreta donde habría recibido comisiones ilegales- no puede apartarle de sus responsabilidades al frente de la seguridad francesa. «Quiero la verdad, y no una venganza política», llegó a proclamar este pasado sábado un hábil Sarkozy.

Resulta evidente que tras esas reflexiones se esconde un sutil cálculo político y electoral con el que el ministro intenta salvar sus opciones como candidato de la derecha a la elección presidencial del año próximo. Sarkozy sabe que como presidente del principal partido de la mayoría, UMP, le resultaría muy delicado utilizar contra Jacques Chirac y su fiel primer ministro Villepin la conmoción que ha causado en Francia el que ya es conocido como affaire Clearstream. Pero también es consciente de que si realmente quiere optar al Eliseo no podrá evitar durante demasiado tiempo una confrontación interna que espera ansiosa la izquierda francesa, y también la extrema derecha, alimentada estos días por un fuerte sentimiento antisistema. Si el presidente Chirac sigue protegiendo al primer ministro, Sarkozy tendrá que decidirse a dar la cara para no ceder más bazas a los socialistas o a los radicales de derecha y neutralizar en su favor lo que la mayoría de los ciudadanos franceses dan por seguro: que los servicios secretos han sido utilizados -ya ocurrió con François Mitterrand- para ajustes de cuentas en el serrallo del sistema político. Aunque todavía hay que probarlo judicialmente, el chiraquismo ha quedado totalmente desacreditado y parece haber llegado ya a un nivel incompatible con el prestigio de la función presidencial. Y aun así, la moción de censura promovida por la izquierda que enfrenta este próximo martes el Ejecutivo de Villepin, con mayoría absoluta en la Asamblea, no representará mayores problemas.

La situación institucional francesa, que enfrenta además graves problemas socioeconómicos, es insostenible a medio plazo; tanto que para muchos sectores del centro-derecha sería incluso deseable que se produjera de una vez por todas un desenlace judicial -difícil por la lentitud de la instrucción- que diese carta blanca a Sarkozy y le permitiese soltar lastre político.