EL RAYO VERDE

Cádiz moderno ¿ya!

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Tengo, entre mis muchas tareas pendientes, una a la que no renuncio. Se trata de un viejo proyecto con Eduardo Rodríguez, compañero de antiguas performances, que llamamos «Cádiz moderno ¿ya!». Cualquier día lo haremos, y será sonado, no doy más detalles. Eduardo es el responsable del programa de exposiciones de la Diputación Provincial y una de las personas que más ha hecho por mantener vivo, contra viento y marea, el arte contemporáneo en Cádiz. Con él, un grupo de resistentes que se ve indefectiblemente en todas las inauguraciones, que lleva años en la brecha quizá por seguir el célebre consejo de Nijinski a los jóvenes bailarines: «Déjalo si puedes». Eduardo, como Lorena y Fali Benot, Milagros Delicado, Macarena Alés, Candi Garbarino, Manolete Caballero y tantos otros artistas, críticos, galeristas forman una comunidad cada vez más numerosa, más cualificada y a la vez más necesitada de hacerse visible, de tomar entidad social y ser reconocidos como lo que son, un grupo social de prestigio y no una «panda de hippies», por ser suaves.

Fernando Franco, presidente de la Fundación BIACS (Bienal de Sevilla), decía el otro día, en el foro que organizó Milagros Delicado en el Baluarte de la Candelaria, que Cádiz, por su carácter abierto, creativo e imaginativo, reunía todas las condiciones para contar con un importante movimiento en torno al arte contemporáneo. Ciudades mucho más pueblerinas -y citó algunas- tienen museos potentes, con buenas programaciones y bien dotados.

Fernando Francés, el gran manitú del arte español, director del CAC de Málaga y ponente de lujo en la mesa, apuntó los casos de ciudades como Oporto o Vigo que utilizaron el arte para remontar sus respectivas crisis. No sólo existe, pues, el ansiado modelo de Bilbao y su Guggenheim, convertido ya en paradigmático, sino otros muchos casos de operaciones ciudadanas que encuentran en el arte un motor de crecimiento económico, de regeneración social y hasta de recuperación del optimismo y de la autoestima.

En el fondo, es de eso de lo que se trata, de autoestima. Podemos hacerlo, y es el argumento que defiende otro amigo, Javier Sánchez Rojas, aficionado y, como secretario de la CEC, conocedor de las dinámicas económicas. El arte ofrece un intangible que pocas otras operaciones tienen agregado y en esta provincia hay muchos mimbres para el cesto.

Ahí está, en primer plano, el Centro de Arte Montemedio y su directora, Jimena Blázquez, que no sólo ha creado un parque de esculturas al primer nivel mundial, que es un lujo y un disfrute, sino que tiene un dominio de los resortes del gran mundo del arte y una capacidad de gestión y de imaginación que puede, con pocas facilidades que obtenga, extender su efecto, como una piedra en un estanque, a toda la provincia. En torno al NMAC hay también un movimiento de iniciativas de vanguardia, como la que lleva Cécile Bourne y la Foundation de France, de artistas, de curators internacionales, una efervescencia y un sello de prestigio que sería un error desperdiciar.

El arte es un movimiento imparable en todo el mundo, y no es un fenómeno de hoy. Un estudio realizado en la ciudad de Nueva York indicaba que en la temporada 92-93 sólo tres exposiciones reunieron 1.250.000 visitantes, que gastaron 600 millones de dólares y supuso una recaudación de 60 millones en impuestos urbanos y estatales, mientras se calculaba que en el área metropolitana estaban empleados 114.000 artistas.

Aquí ya tardamos. El primer impulso es extender el dedo acusador hacia los políticos, está claro, pero también habría que mirar hacia la sociedad, hacia los artistas y los aficionados, que habrían de hacerse ver y reclamar, sin complejos, porque están en todo su derecho, un Cádiz moderno ya. Lo haremos, Eduardo.