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El peor de los inquilinos

Como muchos otros animales, el ser humano también puede sufrir diferentes tipos de parasitosis La mejor prevención es la higiene alimentaria y el control sanitario de nuestras mascotas

JAVIER LAVILLA<br><br> GRÁFICO: D. GARCÍA/
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Los parásitos son microorganismos que necesitan instalarse en otra especie animal para mantener y desarrollar su ciclo vital. En ese ciclo una especie actúa como reservorio, o nave nodriza, es decir, el hábitat natural del parásito, y otros animales pueden funcionar como transmisores. La especie que resulta infectada es utilizada por el microorganismo para permanecer silente o bien para madurar, desarrollarse y multiplicarse antes de salir de nuevo al exterior en busca de otra especie. Estas enfermedades son denominadas parasitosis porque, en esa relación que se establece entre ambos, el animal no resulta beneficiado. Se trata por tanto de una situación diferente a la simbiosis, en la que ambas especies sí obtienen un beneficio de su relación.

Los parásitos suelen ser organismos multicelulares capaces de adaptarse a las diversas fases del ciclo vital. Para que se produzca la transmisión del parásito puede ser necesario un contacto directo o bien intervenir otras especies que actúan como medios de transporte. Esa intercalación de especies determina un comportamiento del parásito en el que se pueden apreciar varias fases, unas de gran actividad -etapa reproductiva-, en la que el parásito crece y se desarrolla hasta alcanzar una forma madura como organismo complejo y de reproducción generalmente asexuada, y otra -etapa de transmisión- en la que se mantiene a la expectativa o en forma silente e inmadura.

Durante las fases de crecimiento y maduración, el microorganismo resulta especialmente vulnerable, mientras que durante la etapa de silencio la resistencia a las condiciones externas suele ser mucho mayor; de hecho algunos incluso llegan a tener el aspecto de esporas, es decir, formas de vida muy silentes y resistentes.

Las molestas lombrices

Hay diversos ejemplos de parásitos que pueden infectar al hombre, normalmente a través del contacto con animales e insectos. El contagio se produce habitualmente por el consumo de carne o productos procedentes de animales infectados. En este caso, la infección suele afectar a nuestro sistema gastrointestinal, donde el parásito puede desarrollar parte de su ciclo vital y producir algunas molestias similares a las de otras enfermedades, ya sea como consecuencia de su crecimiento en el sistema digestivo, ya por invasión de otros sistemas del organismo.

En esos procesos, el humano actúa como especie reservorio o transmisor de la enfermedad. En otras enfermedades, la transmisión de la enfermedad se produce a través de la sangre, habitualmente por inoculación, bien directamente a través de heridas o bien por la intervención de un agente transmisor, como los insectos. Otra forma de adquirir la enfermedad, menos habitual, es la vía respiratoria.

Entre los parásitos que suelen afectar al hombre, destacan las lombrices, que parasitan el sistema gastrointestinal y para las que el propio ser humano es también el agente transmisor. Producen algunos cuadros clínicos digestivos. Otro parásito muy conocido es la tenia, que infecta al hombre también por vía digestiva, al introducirse como un elemento simple -cabeza- que queda enganchado a la pared del tubo digestivo mediante unos ganchitos, y que genera progresivamente un cuerpo cada vez más alargado, formado por celdas que a su vez actúan como elemento generados de nuevas cabezas con capacidad para infectar a otras personas o animales. El crecimiento de la tenia llega a producir un cuadro de mala absorción de nutrientes y pérdida de peso.

Otro parásito muy conocido, la giardia, es capaz de producir un cuadro digestivo similar. Este microorganismo genera una enterocolitis inflamatoria que solamente es identificada cuando se realiza el cultivo oportuno de heces.

Cocinar bien la carne

Por otra parte, la cisticercosis es una parasitosis que se transmite típicamente por el consumo de carne infectada, proveniente especialmente del cerdo y especies afines. Genera una parasitosis grave debido a la capacidad de este microorganismo de invadir tejidos distantes del aparato digestivo. Esa misma propiedad es compartida por otro parásito que da lugar a una enfermedad grave, la hidatidosis, que es producida por el contagio con un parásito denominado Equinococo, que infecta habitualmente a los perros y gatos, y que en el cuerpo humano se expande por otros tejidos u órganos ajenos al aparato gastrointestinal. Genera diversos quistes que a su vez pueden estar llenos de nuevos parásitos. Estos quistes provocan una reacción de cuerpo extraño y llegan a alcanzar un tamaño considerable. Son peligrosos porque, si se rompen, sueltan una gran cantidad de nuevos parásitos y sustancias alergénicas.

Hemos de diferenciar todos estos tipos de parasitosis de lo que son enfermedades transmisibles entre especies. Este segundo gran grupo de enfermedades son provocadas por microorganismos, habitualmente virus y bacterias, transmitidos también por los animales, pero en ellas el ser humano, más que una parte del ciclo vital de ese microorganismo, es su víctima última.